Becca.
Cuando Neal finalmente me reveló la verdad sobre la situación, me dejó atónita. Me di cuenta de que el peligro que creía haber dejado atrás aún acechaba. La calma que había disfrutado era efímera, y el inevitable caos se acercaba con lentitud.
De pie en la cocina, observando el apacible océano azul y las olas blancas que rompían en la orilla, intenté procesar la información que Neal me había proporcionado. ¿Por qué mi vida parecía estar destinada a ser un constante torbellino? ¿Era tan difícil pedir paz y poder criar a mis hijos sin interferencias constantes?
Había invitado a mi padre y a su esposa a visitarnos, esperando que fuera un momento especial. Pero ahora, con el caos amenazando nuevamente mi vida, temía que el encuentro no fuera tan agradable como había planeado.
—Finalmente te habló —murmuró Allegra detrás de mí. Me giré para mirarla mientras se preparaba una taza de té. Parecía cansada y desaliñada.