Becca vivió días de susurros y charlas furtivas en la casa. Neal había estado comportándose de manera extraña últimamente, y hasta Allegra, que intentaba mantener una actitud positiva y jugar con la actitud de Neal, actuaba de forma extraña. Becca no estaba segura de qué había detonado su explosión, pero tenía algo que ver con las misteriosas llamadas telefónicas que Neal seguía recibiendo.
—Becca, estaba pensando que podríamos llevar a los niños a la playa hoy —susurró en su oído, y al apartar la vista de Neal, le sonrió.
—Sí, suena bien. Ve a buscar a nuestro hijo, y luego preguntaré a Allegra y Neal si quieren unirse.
La niñera asintió y desapareció rápidamente. Becca se quedó preguntándose qué estaría pasando con Neal, un misterio que la estaba perturbando. La mudanza a Nueva Zelanda había sido un gran cambio para todos, y con la llegada de su padre en unos días, esperaba que las cosas se resolvieran.