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—¡Rislith! —Eisheth gritó mientras entraba en la oficina de Rislith, quien actualmente estaba ocupada con un Asunto del Estado y se sorprendió al ver a su madre, normalmente elegante, actuando de esa manera—. ¿Qué ocurre, madre? —preguntó con el ceño fruncido en su rostro—. ¿Enviaste a alguien a investigar a ese chico?
—¿Dentro de ese nuevo continente? Ya envié a mis espías leales, volverán dentro de 5 días
—¿Cuánto hace que los enviaste? —Eisheth interrumpió la frase de Rislith y preguntó.
—¿Eh? H-Han pasado 2 horas.
Al oír esas palabras, Eisheth finalmente suspiró aliviada. Luego, su expresión se volvió seria y,
—Salgan. —ordenó.
Una silueta apareció dentro de la habitación.
—Capturen a esos espías, no dejen que salgan del Continente Demoníaco. —Eisheth ordenó.
—Como ordene, Reina Eisheth. —la Silueta respondió y luego, desapareció.
Eisheth suspiró nuevamente.
Rislith, sin embargo, estaba ahora aún más confundida.