Esta no era la primera vez que hacían cosas así, pero esta fue la primera vez que él intentó matarla. Ella vio esa mirada asesina en sus ojos y si no hubiera gritado, gemido y gimoteado, él habría acabado con su vida allí mismo.
Damien la llevó de vuelta al suelo y la abrazó. Su ira había disminuido y ahora estaba lúcido, pero esa sonrisa todavía era difícil de conseguir.
—No puedes irte todavía —le dijo.
—Necesito lavarme. Estoy pegajosa —respondió ella, tratando de ocultar su enojo.
—Lo haré por ti, pero antes de eso, no estoy satisfecho —la volvió a sujetar y la tomó bruscamente por segunda vez.
—Llámame bestia —la obligó.
Ella no quería responder, pero él estaba destrozando su suavidad allí abajo. No había forma de que no sangrara después de este castigo.
—Eres... una bestia —se detuvo entre palabras para recuperar el aliento. No porque lo estuviera disfrutando, sino porque estaba soportando la agonía.
—Dilo de nuevo —apretó sus pechos, haciéndola gritar de dolor.