Xia Mengyan se apresuró a ir hacia adelante para consolarla. —Abuela, ¡tienes que cuidar tu salud! Nos invitaron al banquete hoy. El Presidente Gu no permitirá que la familia Yin nos dificulte las cosas. Además, eso ya es cosa del pasado. ¿Por qué la Anciana señora Yin sigue aferrándose a ello? ¿No es demasiado mezquina?
La expresión de Xia Cheng cambió levemente. Lianxin debía seguir sin poder olvidar sus viejos rencores. Ya habían pasado décadas desde su divorcio, pero ella seguía sola y no se había vuelto a casar. Quizás fuera por su relación pasada. Ahora, por el bien de la felicidad de su nieta y el futuro de la Familia Xia, solo podía enfrentarse a Lianxin.