—¿Estará seguro? —preguntó Rosa, preocupada por Connor.
—Debería estarlo. No es como si fuéramos a repetir lo que él nos ha dicho. Él decidió contarnos sobre el pueblo, así que consideró el peligro. Vamos —dijo Zayne, llevando a Rosa lejos del lugar del médico—. Van a etiquetar a muchos de los que sabían de esclavos como locos y los enviarán a un médico.
—¿Y si las otras mujeres hablan de ser esclavas? No saben que el rey podría encarcelarlas por hablar. Nos están obligando a mantenernos en silencio. No me gusta —dijo Rosa. La capital no daba esperanzas a Rosa de que mujeres como ella pudieran ser ayudadas.
Con el burdel desaparecido, ella y las mujeres que se fueron no podían recurrir a los guardias del pueblo que debían ayudarlas. ¿Cómo era que Rosa recibía más ayuda de forasteros que de su propio rey?