—Madre, no tengo tiempo para jugar —advertí—. Si no fue tu orden, ¿entonces por qué tu criada le puso algo a la bebida de mi esposa? Ella no es cualquier persona que es enemiga de esa criada. ¡Ella es la maldita Reina!
—Sé que ella es tu esposa y todo y que la amas mucho. Pero ¿no es demasiado? Te comportas como si ella fuera tu única familia y nadie más lo es. ¿Incluso estás culpando a tu propia madre por ella? No es como si odiara a Azul. Me gusta mucho. Quiero lo mejor para ella. ¿Pero ella quiere que te comportes así también? Entiendo que la amas más que a ninguno de nosotros...
—No, estás equivocada —interrumpí—. La amo a ella y solo a ella. No me importa nadie más. Dime. ¿Por qué debería preocuparme por vosotros? ¿Quién eres tú para mí?
—¿Qué... Demetrio, soy tu madre —dijo mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.