(Desde la perspectiva de Azul)
—¿Por qué necesito una toalla mojada, Ruby? —pregunté.
—Para limpiar tu rostro, Su Alteza. Te hará sentir mejor —respondió ella.
—¿Oh, es eso cierto?
Dem me limpió la cara y el cuello con la toalla. Siempre se cuidaba de mí hasta el punto de que podía ser excesivo. No me importaba. ¿A quién le importaría que su propio marido se encargue de ella? Pero a veces me preguntaba si estaba realmente bien.
—Volveré entonces —dijo Ruby cuando terminó de trenzar mi cabello.
—¡No! Pasa un poco más de tiempo conmigo... Acabas de llegar —dije, tomando su mano.
—Su Alteza ya está aquí... —murmuró.
—Está bien. De todos modos, voy a trabajar ahora —dijo Dem—. Ella se aburrirá sola.
—En ese caso…
Al final, Ruby se quedó. Dem no se quedó por mucho tiempo. Comprobó si tenía fiebre o no, luego me insistió un poco sobre descansar. Después de todo eso, se fue.
—¿Tu almuerzo?