Raquel fue encomendada a atender al principal invitado del hotel, Sebastián Hubbard. Otros miembros del personal de limpieza eran reacios a acercarse al gran jefe, el dueño del hotel. Serían despedidos si cometían un error, o si el gran jefe se mostraba insatisfecho con ellos de alguna manera. Cuando el gerente los llamó, todos empujaron a Raquel al frente.
El gerente también estaba nervioso y comprendía su preocupación. Si los enviaba, creía que seguramente cometerían errores debido a los nervios.
Raquel parecía estar tranquila y compuesta, y el gerente creía que podría manejar al Sr. Hubbard y su esposa.
Con un gesto de su mano, el gerente hizo que los demás se fueran y pidió a Raquel que esperara.