Esto era una locura. Cristóbal parecía haber enloquecido a medias. La besaba como si su vida dependiera de ello. Sus gemidos y jadeos lo atraían, despertando la bestia salvaje dentro de él.
Se sintió arder mientras él movía sus labios hacia su cuello, fundiéndose en su calor y gimiendo aún más fuerte.
Se sintió como si cada centímetro de su cuerpo se disolviera en el de él. Sus dedos apretaron su cabello, atrayéndolo hacia sí. Creía que no podía tener suficiente de él. Quería que él la amara toda la noche y al día siguiente hasta el anochecer y así sucesivamente.
Esto no debería terminar... Debería continuar siempre y para siempre.
Abigail estaba tan perdida que se había olvidado de preguntarle qué había escrito sobre ella en el diario. Todo lo que quería ahora era a él.
Sus venas palpitaban y su corazón explotaba.
Su cuerpo presionó contra el suyo, cálido e indomable, haciendo que olvidara todo menos a él.
Sus ropas pronto se amontonaron en el suelo.