Cristóbal se hundió en la silla, su mente turbada por una mezcla de emociones. Las palabras de Abigail resonaban en su mente, calando hondo en su conciencia. Se dio cuenta de que la situación era mucho más compleja de lo que había creído inicialmente.
Abigail no acudía a él porque temía que su padre lo destruyera. Era cuestión de protección, de resguardarlo de la amenaza.
Su mente permanecía en sus palabras: el enemigo estaba más cerca de él de lo que pensaba.
La frente de Cristóbal se arrugó, su mente acelerada tratando de resolver el enigma frente a él. ¿Quién podría ser este adversario, acechando en las sombras y poniendo en peligro todo lo que él valoraba?
En ese momento de introspección, los instintos de Cristóbal se agudizaron, y concluyó que Sebastián había escondido a un informante dentro de sus círculos íntimos. Quizás el informante estaba oculto entre sus leales guardias o dentro de su empresa.