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Las orejas de Sophie se alzaron cuando oyó a Leland llamarla por su nombre, igual que lo hacía su madre.
Sophia, no Sophie.
Ahh... ¡por supuesto! Su esposo siempre la llamaba Sophia, no Sophie, porque él era Lee y así es como sus amorosos padres la llamaban en casa. Era el nombre al que Leland se había acostumbrado a usar.
—Estas no son lágrimas de tristeza... —confesó Sophie.
De repente, todas las barreras entre ella y el duque parecieron desvanecerse. Se había sentido incómoda antes porque no sabía cómo hablar con él. Era tan difícil confesar lo que sentía por él porque el hombre era callado y distante.
Sin embargo, nada de eso importaba ya. De repente, Sophie sintió como si hubiera encontrado una parte de ella que había estado perdida durante años después de que sus padres murieron y se mudó con sus abusivos parientes.