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—¿Sí? —Leland abrió los ojos y la miró con adoración. Pensó que ella había estado dormida porque su respiración era muy suave y no había hecho ningún sonido en un rato.
Acababan de hacer el amor dulcemente bajo las estrellas y ella parecía satisfecha y cansada después del acto. Por eso, la dejó descansar. ¿Algo la había despertado?
¿Hubo algún animal pequeño como hormigas que perturbara su sueño pacífico? Este era uno de los problemas de dormir al aire libre para los humanos.
Podrían cuidar la superficie cubriéndola con piel, pero no podían asegurarse de que no hubiera hormigas a su alrededor. A Leland no le molestaban, pero para la delicada piel de su compañera, las picaduras de hormigas serían una molestia.
—No puedo dormir —dijo Sophie débilmente—. Pensé que estaba cansada, pero después de cerrar los ojos, volví a estar fresca. Y ahora estoy inquieta.
Leland la miró en silencio durante unos momentos. No sabía lo que quería decir.