—Me ocuparé de ti más tarde —Leland habló fríamente a su madre—. Si descubro que tienes ALGO QUE VER con la condición de mi compañera, haré que te arrepientas de haber nacido.
—Leland...! —Los ojos de Isolda se abultaron ante las palabras de su hijo. Estaba conmocionada y ofendida de que, por primera vez en su vida, su hijo mayor le hablara de manera tan despiadada.
Todo este tiempo, Leland prefería evitar cualquier confrontación con su madre, o incluso cualquier interacción si podía evitarlo. A Isolda no le importaba porque sabía que él la odiaba pero no podía hacerle nada.
Eso mostraba que todavía tenía control sobre él. Haría lo que ella pidiera, aunque de mala gana. Sabía que él anhelaba su aprobación aunque intentara actuar duro frente a todos.
Ja. Ella era SU MADRE. Lo conocía como la palma de su mano. Sabía cómo presionar sus botones.