—Oof... —Nicolás suspiró mientras aplicaba un ungüento en su herida. Limpió las heridas que estaban dispersas en casi todas las partes de su cuerpo.
Tuvo suerte de que su familia guardara las mejores medicinas y ungüentos curativos en la villa real. No quería dejar que ningún médico revisara su estado.
Esto levantaría muchas preguntas. No, gracias. Antes de que él encontrara las respuestas por sí mismo, no dejaría que nadie supiera qué había sucedido.
Después de atender sus heridas, Nicolás caminó hacia el armario para coger algo de ropa. La sensación punzante volvió a arder cuando las heridas se rozaron con la tela.
La noche aún no había terminado. La luna y las estrellas todavía adornaban el cielo.
Nicolás se sentó en el borde de la cama y reflexionó sobre lo que acababa de experimentar.
Recordó cómo él y el lobo blanco habían luchado. Después de pensar en la fuerza y la velocidad del lobo blanco, Nicolás pudo sacar la conclusión de que el lobo blanco era un Alfa.