Leland se sentía cada vez más pesado e inquieto, por lo que decidió levantarse y sentarse en el techo. Sabía que era inútil forzarse a dormir bajo las estrellas. No cuando su mente estaba llena de tantas cosas que lo preocupaban.
Ahora, sus ojos azul-verdosos miraban hacia las flores rosas en el jardín y luego recordaron a Sophie, que se desmayó de repente cuando vio a Nicolás en la fiesta del palacio. Sophie debió haberse quedado en shock al ver que su marido, a quien creía muerto, estaba de pie frente a ella.
—¿Todavía lo amas, Sofía? —preguntó Leland al espacio que lo rodeaba con una sonrisa triste. Continuó observando las flores rosas en el jardín que se agitaban con el viento.
Los suaves rayos del sol matutino comenzaron a alzarse lentamente y disipar la oscuridad restante. Indicaba que la noche había terminado y que un nuevo día estaba por comenzar.