< Desierto de Gazi >
—¿Ya llegamos, Luna? —uno de los compañeros de Isolde sudaba profusamente bajo el duro sol. La Manada del Río Sangriento que permanecía leal a ella no estaba acostumbrada al calor del desierto. Eran gente de montaña y pasaban mucho tiempo en áreas de clima más frío.
—¡Sí, casi! —Isolde les siseó—. Recuerden su lugar. Será difícil, pero responderé por todos ustedes como guerreros fuertes que pueden ser un activo para esta manada.
Isolde Salazar ya no tenía lugar en la Manada del Río Sangriento. Esto la llenaba de una rabia inimaginable porque había perdido su posición, pero había otro lugar al que podría ir a pesar de haberlo dejado todo atrás antes.
La Manada de la Arena Obsidiana.
Levantó la cabeza y encontró las viejas arenas que una vez se bañaron en sangre transformadas en una comunidad próspera. Su manada casi fue aniquilada antes, pero ahora estaba creciendo de nuevo.