Karenina secó las lágrimas de las esquinas de sus ojos. Se sintió muy conmovida por las palabras de la reina.
—Gracias... —dijo con voz ronca.
La Reina Marianne sonrió y alcanzó a darle la mano. —Ven aquí, niña. No llores. Eres una buena mujer. Espero verte casarte con mi hijo y vivir una vida feliz juntos y darme muchos nietos regordetes.
Karenina tocó la mano de la reina y la sostuvo solemnemente. Le gustaba mucho la Reina Marianne y se sentía afortunada de tenerla como suegra. Había perdido a su madre cuando era niña y siempre echó de menos una figura materna en su vida.
—¿Quién habría pensado que la propia reina la acogería bajo su ala?
—Lo prometo... —Karenina se limpió la nariz y las mejillas de lágrimas—. Prometo entregarme a Su Majestad. Lo haré feliz.
—Sé que lo harás —la Reina Marianne sonrió ampliamente—. Buena chica.
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