ADVERTENCIA DE GATILLO: La pérdida de bebés no nacidos.
Por favor, omite este capítulo si la escena es desencadenante para ti. Escribir este capítulo también es muy difícil para mí.
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—Sal de mi habitación, Leland —dijo Isolda con sequedad—. Tengo lugares a donde ir.
—¿A dónde vas? —preguntó Leland y la desesperación era evidente en su tono—. ¿Enterraste el antídoto en otro lugar antes de venir aquí? ¿Lo escondiste fuera del castillo? ¿En algún otro lugar? ¿Frisia?
—¿Cuántas veces tengo que repetírtelo para que penetre en tu rudo cráneo que no tengo la cura? —Isolda le espetó—. Si la tuviera, también habría hecho lo que dijiste y la habría usado para obtener poder, pero no lo hice, ¿verdad?
Leland la miró impotente y lanzó la bolsa de Isolda contra la pared. La frustración crecía en él mientras miraba fríamente a su madre. —Vas a huir, ¿verdad?