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✠ | PRÓLOGO. | ✠
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Ostentosa arena blanca, árboles secos y brillantes cual cristales, la luna iluminando el inmenso desierto de Hueco Mundo. Magnifico lugar, pero aterrador destino era el suyo al encontrarse perdida en aquel lugar. Una abandonada alma en medio de todo ese muerto lugar, recostada entre la arena del desierto. La sangre seca a su alrededor y su deplorable estado solo la hacían presa fácil para los habitantes de aquel fastidioso lugar.
Los pasos acercándose a ella la alertaron, estaba tan débil que no podría defenderse. Nada ahí podría ayudarla, y no tenía las suficientes fuerzas para poder materializar sus armas.
—¿Estás perdida, querida?
Una voz masculina se escuchó a escasos metros de ella, volteó su cabeza a un lado, apegando su mejilla al suelo, sus azulados ojos observaron al castaño hombre delante de ella. Aquel desconocido vestía un traje negro extrañamente conocido, la vestimenta típica de un Shinigami, el haori blanco hacia evidente su puesto en la Sociedad de Almas, un capitán. Pero ella no lo sabía, no tenía la cabeza para entender lo que estaba pasando en ese momento.
Los hipnotizantes ojos cafés de aquel hombre la miraban con interés, ocultos detrás de aquellas gafas que traía puestas. Tan apuesto a sus pensar, pero su presión espiritual la alertaba aun cuando su deplorable estado era notorio.
A espaldas del castaño se encontraban otros dos hombres, la misma vestimenta, diferentes características. Uno peliplateado con una sonrisa tan inquietante que causaba escalofríos con solo verlo. El otro era un moreno, semblante serio y de aura tranquila.
Inquietantes e imponentes hombres que la hacían querer huir, sin embargo, su cuerpo había perdido la fuerza que alguna vez pudo tener antes. Su pierna izquierda estaba fracturada causándole un agudo dolor, la parte superior derecha de su frente tenía una herida profunda y sus manos estaban llenas de quemaduras, llevaba tantos días en ese estado que había perdido la noción del tiempo.
—¿Dónde estoy?— su voz estaba seca debido a la falta de agua en ese tiempo que estuvo sola, sin absolutamente nada ni nadie a su alrededor. Que pudiera ayudarla.
—Estas en Hueco Mundo, creo que eso es claro— respondió con una sonrisa divertida, casi burlona.
Sentía un gran interés por aquella deteriorada mujer, podría verse débil y patética en ese estado, al borde de la muerte. Él podría salvarla, lo haría el interés que crecía en él era simplemente magnifico. ¿Qué hacía en Hueco Mundo? ¿Quién era? ¿Cómo llego ahí?
Tantas preguntas sin respuesta. Eso era lo que le interesaba, resolver sus dudas. Saber si ella podría serle útil en su plan.
Si, podía ver el potencial de aquella deteriorada mujer. Un títere que podría controlar a su gusto. Un alma tan débil y desesperada por vivir, el blanco perfecto, tan manipulable. Simplemente perfecta para él.
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Suspiro mientras sacudía la cabeza levemente, una vez más el recuerdo de aquel castaño invadía su mente, últimamente era así, la soledad que había provocado en ella era demasiado, estaba irremediablemente mal, no podría dejar de pensar en él. Recorría los pasillos de Las Noches mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Habían pasado diecisiete meses desde que Sōsuke Aizen fue derrotado y sellado en el Muken. Seguía afectándole el hecho de no tenerlo junto a ella, podría ser tan malvado como muchos decían, pero aquel hombre le salvo la vida. Sin él habría muerto en el sofocante desierto de Hueco Mundo. Ahora era Halibel la reina de Hueco Mundo, y junto a sus tres fracciones manejaban y protegían aquel desértico lugar. Las Espadas habían muerto, al menos la mayoría.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una flecha gigante hecha con Reishi atravesó la pared quedando enfrente de ella, un paso más y seguramente habría muerto. Miro aquella azulada flecha tan brillante que parecía hipnotizarla momentáneamente, se sintió extrañamente familiarizada con lo que estaba pasando.
Su sentido de alerta la hizo moverse para encontrarse con la reina de Hueco Mundo y sus fracciones en la entrada del palacio.
Observando como un ejército se aproximaba hacia ellas, tan imponentes aquellas figuras masculinas que se aproximaban con astas siendo liderados por aquel hombre que flotaba en el aire, sus manos brillantes mientras robaba el reishi que encontraba a su paso, tan lento y tortuoso, la capa negra ondeando altamente mientras se acercaban cada vez más a Las Noches, no tenía idea de quienes eran aquellas almas, pero se sentía extraña, con el presentimiento de que los conocía mejor que nadie. La vestimenta blanca e impecable que para ella era tan conocida.
Estaba preparada para atacar, extendió su mano para formar su arco de Reishi, tensando la brillante y azulada flecha lista para ser disparada hacia aquel hombre que flotaba, un blanco fácil. Aunque sabía que con todo el Reishi que recolectaba sería difícil de alcanzar con simples flechas. Se vio interrumpida por Halibel, quien poso su mano en su brazo para bajarlo y con ello desaparecer su arco.
—No hagas nada Azumi. No te has recuperado del todo— sentenció la rubia con una expresión seria en su rostro.
La peliazulada suspiro mientras asentía con la cabeza, tenía razón. Aun no podía recuperarse de sus heridas emocionales, constantemente se veía sumida en sus pensamientos, los recuerdos regresaban a su mente sin motivo alguno, torturándola con aquel castaño al que alguna vez amo con su alma y más allá de eso. Aun cuando sabía perfectamente el tipo de persona que Sōsuke Aizen era. Ahora ya no podría hacerle ningún tipo de daño, no otra vez.
Pero, su mente no parecía entender eso, siguiendo con las heridas de su trágico pasado, de un amor que nunca fue amor, solo una manipulación.
—No importa que suceda. No interfieras— ordenó Halibel al mismo tiempo que liberaba su resurrección y junto a sus tres fracciones se aproximaron a una batalla en la que ella no podría participar.
Odiaba en lo que aquel castaño la había convertido. La había dañado tanto que ahora no podría ayudar la mujer a la que quería como si de una madre se tratase. Halibel la había ayudado demasiado en los diecisiete tortuosos meses si él, su dependencia emocional hacia Aizen fue lo suficientemente grande que por un mes dejo de cuidarse a sí misma, ya no le importaba vivir. Volvió a aquel punto en el que lo conoció, recostándose nuevamente en la arena, mirando el oscuro cielo de Hueco Mundo, los segundos se habían convertido en minutos y los minutos en horas, pronto en días y después había pasado un mes desde que se quedó en aquel lugar recostada en la arena. Su cuerpo nuevamente débil.
Halibel fue su salvación, ella la ayudo, recordándole que no necesitaba de aquel castaño, dándole el motivo para vivir. Regresándole el brillo que Aizen le había arrebatado.
Ahora la estaba perdiendo a ella también, mirando como aquel desconocido hombre la derrotaba con una facilidad que creía imposible, se sintió impotente ante aquel pensamiento de no ser lo suficiente para ayudarla. De rodillas en el suelo, la arena raspaba su tersa y pálida piel creando pequeñas e insignificantes quemaduras. Sollozo de impotencia, Aizen tenía tanta razón sobre ella. Débil e insignificante, solo era un títere nadie que fuese importante.
Sintió un fuerte dolor en su abdomen, mirando la espada que la atravesó; levanto la vista para ver a su atacante, pero su vista se tornó borrosa antes de que pudiera verlo correctamente, cayó hacia al frente, su mejilla derecha impacto contra el suelo llenándose de arena mientras la sangre escurría de su herida creando un charco alrededor de su cuerpo. Era su fin, y en lo único que podía pensar era en su patético ser, en lo que alguna vez Aizen le dijo, y entendió, que verdaderamente, aquel castaño tenía razón.
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Hola gente.
¿Cómo están?
Adivinen quién sube más Fic sin terminar los que ya tenía antes?
Así es... Yo jajajja
Espero que les haya gustado. Gracias por leer ♡
Atte: Kristymorelos ♡