"El otoño estaba en pleno apogeo. En el mundo despierto, los cielos eran grises y los vientos empezaban a enfriarse. Los árboles tapizaban el pavimento mojado con una alfombra fragante de hojas muertas.
Pero bajo la expansión letal e ilimitada del Cielo Arriba, el mundo todavía era cálido y brillante. En una isla especialmente grande, una cubierta de césped color esmeralda y ruinas cubiertas de musgo, una aterradora Criatura de la Pesadilla acechaba a su presa.
Tenía cuatro poderosas patas, un cuerpo delgado cubierto de pelaje negro, y una amplia mandíbula llena de afilados colmillos. Sobre ella, dos furiosos ojos rojos ardían con odio y locura.
La abominación se movía en silencio por la alta hierba, acercándose a la fuente de un ruido fuerte. La voz de un humano gritaba, llena de indignación:
—¡Estoy aquí! ¡Ven y atrápame, malditos bastardos! ¡Malditos sean todos!
La criatura gruñó y se preparó para saltar.