Algún tiempo después, Sunny esperaba en un café, mirando por la ventana hacia una animada calle. La gente pasaba corriendo, apresurándose por entrar antes de que las pesadas nubes que cubrían el sombrío cielo estallaran en lluvia. El sutil olor en el aire le decía que esto iba a ser malo, quizás no lo suficiente como para quemar la ropa, pero todavía desagradablemente peligroso.
La lluvia ácida no molestaba demasiado a Sunny, ya que era algo a lo que todos estaban acostumbrados. Incluso en las afueras, la gente sabía cómo evitar ser atrapados en una. Aquí, en una parte próspera de la ciudad, los ciudadanos tenían muchas más protecciones.
En lo que estaba pensando era en la calle misma.