Algún tiempo después, Sunny salió de la casa y se sentó en el porche a solas.
Sus pensamientos estaban en desorden.
Se había cambiado tanto, se había vivido tanto. Y tanto iba a suceder en los próximos días también. Su vida estaba destinada a transformarse... esperemos que para mejor.
Sin embargo, había muchos obstáculos que tendría que superar y muchas decisiones que tendría que tomar para evitar ser destruido por los cambios en lugar de aprovecharlos. Aunque Sunny había crecido considerablemente más fuerte y ya no era tan fácil destruirlo, todavía había amenazas a las que no se atrevía a enfrentarse.
Suspiró y miró hacia abajo.
—Soy un Maestro.
El conocimiento residía en su mente, pero aún no lograba comprenderlo del todo. Los Ascendidos parecían tan distantes y gloriosos en su momento. No eran exactamente semidioses, pero tampoco simples mortales. Pero ahora, él era uno de esos seres venerados. Podía sentir un poder inhumano corriendo por sus venas.