Así de sencillo, y quizás como se esperaba, la última oportunidad de evitar el desastre se les escapó de las manos. Santo Cor trató desesperadamente de salvar la situación, pero era inútil.
Los ejércitos de ambos clanes estaban totalmente preparados para aniquilar al enemigo, y quizás ser aniquilados ellos mismos, en aquel frío día de noviembre. Su sed de sangre no se podía saciar con palabras.
El destino de innumerables civiles estaba a punto de decidirse en un campo de batalla donde los humanos matarían a otros humanos, no a las Criaturas de la Pesadilla.
No… también habría Criaturas de la Pesadilla. Un mar de abominaciones mataría humanos bajo las órdenes de un Santo.
De alguna manera, ese hecho hacía que toda la situación fuera aun más triste.
—Los dioses y los demonios también habían luchado lado a lado contra los Desconocidos, pero al final, se masacraron unos a otros.