La Sombra sostenía un extraño, hermoso y amenazante gema en su puño. Era completamente negra, como si estuviera impregnada de oscuridad impenetrable. La brillante superficie negra parecía devorar la luz, haciendo que el vasto salón de la catedral en ruinas fuera aún más oscuro de lo que había sido antes.
En lo profundo de ese vacío negro, llamas carmesí ardían con un amenazante resplandor rojo. Palpitaba en un ritmo lento y extraño, sumiendo todo a su alrededor en una tenue luz roja. Pintado por ella, el Santo de Piedra parecía estar empapado en sangre. La gema que sostenía parecía un corazón ensangrentado y aún latiendo que había arrancado del pecho de alguien.
Al observarlo, Sunny sintió un extraño presentimiento.
«¿Qué demonios es esa cosa?»