—¡Yo... maldito... sabía que esto pasaría!
Hubo un sonido de rasguño en la más absoluta oscuridad, y luego, un chorro de brillante llamarada escarlata salió de una bengala química. Levantándola sobre su cabeza, Sunny miró la estrecha cueva, que ahora estaba inundada con una tenue y ominosa luz roja. La oscuridad retrocedió, por ahora, pero parecía estar lista para lanzarse sobre él en cualquier momento.
Sintiendo su corazón latir salvajemente, echó un vistazo a Santo, quien aún estaba detrás de él, impasible. Apartándose, Sunny murmuró:
—Bueno... ¿qué esperaba...? Ella nació en el Inframundo, de todos los lugares. Apuesto a que Santo se siente como en casa en esta maldita oscuridad...
Permaneció inmóvil durante unos momentos, acostumbrándose al siniestro resplandor rojo sangre que lo rodeaba. Luego, Sunny mordió su labio y dio un paso adelante.
—Vamos. Todavía necesitamos encontrar el corazón.