Después de que Kevin cogiera la carta, miró sin más la firma y se la guardó en su bolso sin abrirla. Comenzó a sudar como un pollo mientras escuchaba lo que había ocurrido y, en su corazón, maldijo al hombre flaco una y otra vez.
¾¿Con qué le recompensaría generosamente después de que estuviera todo hecho? ¿El asistente del mago Kevin? Glorificado sea por venir con eso. Cómo he dejado que este demonio se convierta en mi asistente…
Los dos hablaron un rato. Estaban a punto de entrar en el salón de banquetes cuando fueron reconocidos por el castellano de ojos de halcón.
—¡Buenas noches, mago Kevin! —La sonrisa del rostro de Isaac era cordial. Después de saludar a Kevin, quedó un poco aturdido. —¿Por qué no ha venido el presidente Gerian?
—Lo siento mucho, maestro castellano. Ha surgido algo en el Gremio que requiere la atención personal del presidente Gerian. Le ha sido imposible asistir al banquete.