Oriana recuperó la compostura y se alisó el vestido desaliñado. Cuando estaba a punto de reemplazar su velo, su mirada cayó sobre las manchas de sangre en el dorso de su mano. Era sangre de Arlan, y una realización la golpeó que había pasado por alto cuando probó su sangre mientras lo mordía. En ese caluroso momento de ira, no le había prestado atención, pero ahora...
Su mirada se fijó en las manchas de sangre, y se encontró lamiéndose los labios, que todavía tenían rastros de su sangre. Su corazón corría, y un impulso involuntario la instaba a acercar su mano a la boca para saborear la sangre de nuevo. Justo cuando estaba a punto de sucumbir a este impulso, se detuvo bruscamente, su mente sumida en el shock.