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Mientras Oriana volvía a la mansión de invitados, su mente bullía con pensamientos sobre Arlan y su enigmático tatuaje.
—Él afirmó que no tenía uno. ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Será que simplemente estaba inventando una excusa para persuadirme de que verificara? Y aun si hubiera mirado, ¿de qué habría servido? No soy su compañera, así que de todos modos no habría podido verlo. ¿No se da cuenta de lo incómodo que me hace sentir su comportamiento coqueto? —exhaló un suspiro exasperado—. Solía resentir a su dragón por no elegirme como su compañera, pero si él sigue actuando de esta manera, podría empezar a resentirlo a él también. ¿No comprende lo hiriente que sería si su compañera aparece un día de repente, reclamándolo y capaz de ver su tatuaje? Aunque no soy su compañera, al menos debería considerar mis sentimientos como su esposa. ¡Granuja despiadado, él y su dragón pueden irse al infierno por lo que a mí respecta!