"Cuando Oriana terminó de leer el libro sobre las Bestias Divinas, ya habían dado las doce. Su diligente camarera, Ana, entró en el estudio y la informó amablemente:
—Su Alteza, se ha preparado una comida para usted.
Oriana sofocó un bostezo, sintiendo una inesperada sensación de cansancio que la invadía. No pudo evitar preguntarse: «¿Por qué estoy de repente tan fatigada después de ojear sólo un libro? ¿Podría haber sido tan poco interesante? No lo creo. Después de todo, tuve el privilegio de adentrarme en la tradición de los Dragones. Quizás una comida reavive mi espíritu».
Reconociendo a Ana con un sutil asentimiento, Oriana se levantó graciosamente de su silla.
Una vez que Oriana comió, se sintió mejor pero todavía se sentía perezosa y somnolienta.
—Su Alteza, ¿se encuentra mal? —preguntó Ana, notando los movimientos lentos de Oriana.