"Imbert surgió de la otra cara de los arbustos, con una espada desenvainada en la mano. La mirada fría del caballero barrió al grupo armado, como si estuviera evaluando a qué presa atacar primero. Solo guardó su espada en su vaina luego de recibir una señal silenciosa de su señor.
—Él es mi guardaespaldas —Arlan habló en su idioma—, informándoles que Imbert era su hombre y que no era necesario pelear. Su caballero cooperó quedándose en su lugar, como si quisiera demostrar que no tenía intenciones hostiles. Solo entonces los nativos bajaron sus armas.
El tiempo se escurría, y como Oriana dijo, el aspecto del niño mejoró. Incluso pudo abrir los ojos.
Oriana le sonrió, su mirada brillante y agradable. —Ya estás bien, chico.
El niño no entendió lo que ella dijo y miró al líder, quien le habló en voz baja. El niño intentó sentarse con la ayuda de Oriana y le dijo algo.
—Él te está agradeciendo —explicó Arlan.