Oriana regresó a la mansión de invitados, su corazón cargado de anticipación mientras se dirigía a la habitación de su abuelo. No podía evitar preguntarse qué estaría pasando por su mente después de despertar y cómo estaba lidiando con la desalentadora situación en la que se encontraban. Hoy era el día en que planeaba compartir las noticias sobre ella y Arlan, vestida no con su atuendo habitual, sino con ropa apropiada para la Princesa Heredera.
Tomando una respiración profunda, empujó suavemente la puerta, revelando a su abuelo sentado tranquilamente en la cama, su espalda contra el cabecero perdido en sus propios pensamientos.
—Abuelo —dijo Oriana suavemente, sacándolo de su ensimismamiento.