El chat parecía desenterrar la urgencia dentro de ella de hackear el sistema, pero la presencia del Todopoderoso la dejaba atrapada.
Qin Mo sabía que el joven usaba el teléfono, pero, desde ese ángulo, él solo podía ver el perfil de costado del joven y los mechones plateado que le cubrían los ojos.
Él se concentró en la pantalla con atención, supuestamente frenaba el deseo de él de contestar. Parecía como si él no hubiera llegado a un acuerdo con la situación.
¿Era tan difícil dejar ir?
Qin Mo agarró el volante. Con un giro agudo, detuvo el auto al costado de la carretera y dijo con voz profunda: —Fu Jiu.
El joven levantó la mirada.
—Te voy a dar otra oportunidad.
Qin Mo inclinó la cabeza al costado, mientras que prendía un cigarrillo. Él le dio vueltas al encendedor en la palma de su mano, la mirada se alejó de Fu Jiu.
—Esta es la última vez, ¿vas a elegir a Li Mengran o a la Liga Nacional?