Han Susu tenía abiertos bien grandes los ojos por la sorpresa de la patineta que iba deprisa hacia ella. Si no fuera por Han Feng, que la tiró hacia atrás, le hubieran golpeado absolutamente las rodillas.
Han Susu levantó la semblante y miró hacia adelante. Ella vio la pose del joven mientras alejaba la pierna. Fu Jiu sonreía con un poco de frialdad.
—Chica, no es bueno regañar a la gente. Además, siendo un ser humano en este mundo, si no tienes ningún juicio básico, es mejor no salir de casa. Tú todavía eres feliz mientras no te des cuenta de que te están tomando por tonta. Algunas perras no pueden realizar sus trucos si no tienen accesorios como tú. Tú eres de verdad un buen miembro de una hermandad.
Cuando dijo esa oración, no solo Han Susu, sino que también la gente del equipo Kali, sintieron que los rostros se les pusieron rojos y blancos. Miraron a Fu Jiu y se morían por matarla.