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El carruaje blanco ópalo, tirado por un único León de Fantasía de plumas marrones, se detuvo justo en frente de la taberna. El cochero descendió del carruaje con la forma apropiada y se puso frente a la puerta para abrirla. Durante todo este proceso no miró al establecimiento ni se dignó a estudiar a la multitud alrededor. Su mirada estaba estrictamente fijada solo en el suelo.
Del carruaje salió un apuesto joven, su piel clara deslumbrante bajo la luz solar nocturna. Tenía una sonrisa suave en su rostro, como si disfrutara de la vida, y los ojos llenos de curiosidad.
—Mi barco acaba de llegar al puerto y escuché que alguien estaba regalando bebidas gratis —dijo el hombre suavemente, como si explicara su llegada. Sin embargo, nadie dijo ni hizo nada, y todas las miradas todavía estaban fijas en él. El hombre dejó escapar un suspiro de derrota y sacudió la cabeza, como si ya estuviera demasiado familiarizado con ese tipo de escenas.