La ciudad, que una vez rebosaba con millones de habitantes, ahora estaba completamente vacía. Todo ocurrió en cuestión de segundos, dejando a todos los que lo habían presenciado completamente y totalmente desconcertados.
Nubes espesas se formaron alto en el aire en una ubicación lejana de la ciudad, y millones de rayos golpearon abruptamente la tierra en el mismo instante.
Conforme las nubes se disiparon, los espectadores vieron a los millones de personas que acababan de aparecer donde los rayos habían caído, cada una mirando alrededor con expresiones confundidas y asustadas.
Nadie había sido perdonado, desde aquellos que se estaban duchando o usando el baño hasta los que habían estado en momentos íntimos en sus habitaciones. Todos habían sido transportados.
Avalón sonrió con ironía y dirigió su mirada hacia su padre, cuya cegadora luz había disminuido hace tiempo. El poder de un parangón era todavía algo que muchos encontraban demasiado profundo para comprender.