Dentro de una habitación, se podía ver a una mujer de cabellos rubios durmiendo en la cama. La misma habitación exudaba opulencia en cada detalle, con cada mueble y decoración siendo un testimonio tanto de la magnificencia como del gusto.
Las paredes estaban adornadas con un elegante papel tapiz damasco color crema. Las cortinas, confeccionadas de seda fina, ondulaban con gracia con la ocasional corriente de aire que entraba en la habitación.
La mujer dormía en un enorme colchón tamaño king, con una amplia manta gruesa cubriéndole las piernas hasta el cuello, y un antifaz cubriendo sus ojos, pero poco hacía para ocultar la intensa belleza de su rostro.
Del otro lado de la cama, signos de que alguien más había estado durmiendo allí antes podían verse, con la manta de ese lado corrida y la cama aún un poco comprimida.
La habitación estaba completamente silenciosa, ni siquiera el sonido de un reloj marcando era audible en la habitación.