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24.01% EL Mundo del Río / Chapter 67: EL OSCURO DESIGNIO (5)

Bab 67: EL OSCURO DESIGNIO (5)

En aquel momento el jefe frunció el ceño, y con sus siguientes palabras una sombra cayó sobre la audiencia y las sonrisas se borraron.

Decidme, extranjeros, ¿habéis oído algo acerca del regreso de la muerte? ¿De la muerte eterna, quiero decir? Nosotros vivimos en esta pequeña isla y no recibimos muchos visitantes. Pero de los pocos que hemos recibido, y de aquellos con quienes hemos hablado cuando hemos visitado las orillas, hemos oído algunas historias extrañas y turbadoras.

»Dicen que desde hace algún tiempo nadie de los que mueren es resucitado de nuevo. Una persona resulta muerta, y él o ella no se despiertan al día siguiente, sus heridas curadas, su cilindro a su lado, en cualquier lugar de la orilla lejos del escenario de su muerte. Decidme, ¿es cierto, o es simplemente una de esas historias que a la gente le gusta contar para preocupar a los demás?

No lo sé dijo Burton. Es cierto que hemos viajado a lo largo de miles de kilómetros... Quiero decir, hemos pasado junto a un número incontable de piedras de cilindro durante nuestro viaje. Y durante el pasado año hemos observado eso de lo que hablas.

Hizo una pausa por un momento, pensando. Desde el segundo día mismo después de la gran resurrección, las resurrecciones secundarias, o traslaciones, como se las llamaba generalmente, no habían dejado de producirse. La gente resultaba muerta o se suicidaba o tenía accidentes fatales, pero, al amanecer del día siguiente, se hallaba de nuevo viva. Siempre se descubrían muy lejos del lugar anterior, a menudo en una zona climática distinta.

Muchos atribuían esto a una intervención sobrenatural. Muchos más aún, entre los cuales se contaba Burton, no creían que hubiera ningún milagro tras ello, sino alguna ciencia avanzada. No había necesidad de apelar a lo sobrenatural. «No hay que recurrir a los fantasmas», por citar al inmortal Sherlock Holmes. Las explicaciones físicas bastaban.

Burton sabía por experiencia propia, aparentemente la única, que el cuerpo de una persona muerta podía ser duplicado. Lo había visto en el enorme espacio donde se había despertado por un breve espacio de tiempo. Los cuerpos eran reconstruidos a partir de alguna especie de grabación, sus heridas sanadas, la carne enferma regenerada, los miembros restaurados, los estragos de la vejez reparados, la juventud devuelta.

En algún lugar bajo la corteza de aquel planeta había un inmenso convertidor termiónico energía-materia. Probablemente, era alimentado por el calor del núcleo de ferroníquel. Su maquinaria operaba a través del complejo de piedras de cilindros, cuyas raíces se enterraban profundamente en la tierra, formando un circuito tan complejo que hacia tambalearse a la mente que pensaba en él.

El registro de las células de una persona muerta, ¿estaba asegurado por algo que había en las propias piedras? ¿O era conseguido, como sugería Frigate, por invisibles satélites orbitales que mantenían su vigilancia sobre cada ser vivo, del mismo modo que se suponía que Dios era consciente hasta de la caída de una hoja?

Nadie lo sabía, o si lo sabía, se guardaba el secreto para sí mismo.

La conversión energía-materia a través del sistema de piedras de cilindros explicaba también la forma en que aparecían los alimentos que cada ciudadano del Mundo del Río encontraba en su cilindro tres veces al día. La base de cada uno de los cilindros metálicos debía ocultar un pequeño convertidor y un menú electrónico. La energía era transmitida a través del complejo de las piedras de cilindros a los cilindros. Y allí la electricidad se convertía en materia compleja: carne de buey, pan, lechuga, etc., e incluso lujos: tabaco, marijuana, alcohol, tijeras, peines, encendedores, lápiz de labios, goma de los sueños.

Las ropas parecidas a toallas también eran proporcionadas vía piedras, pero no a través de los cilindros. Aparecían en un ordenado montón cerca del cuerpo resucitado y el cilindro.

Tenía que existir alguna especie de mecanismo bajo las raíces subterráneas del complejo de piedras. Este, de alguna forma, podía proyectar a través de varios metros de tierra la enormemente complicada configuración de moléculas de cuerpos humanos, cilindros, y ropas, exactamente a un centímetro por encima del nivel del suelo.

Literalmente, la gente y las cosas se formaban del aire.

Burton se había preguntado algunas veces qué ocurriría si la traslación se producía en una zona ocupada por otro objeto. Frigate decía que se produciría una terrible explosión. Esto nunca había ocurrido, al menos que supiera Burton. Por lo tanto, el mecanismo

«sabía» como evitar este entremezclar de moléculas.

Existía sin embargo, como había hecho notar Frigate, el volumen de atmósfera que el cuerpo recién formado tenía que desplazar. ¿Cómo se evitaba que las moléculas de aire no se mezclaran fatalmente con las moléculas del cuerpo?

Nadie lo sabía. Pero el mecanismo debía apartar de alguna forma el aire, crear un vacío dentro del cual aparecían el cuerpo, el cilindro y las ropas. Tenía que ser además un vacío perfecto, algo que la ciencia de finales del siglo XX no había conseguido producir.

Y lo hacía silenciosamente, sin la explosión de una masa de aire repentinamente desplazada.

La cuestión de cómo eran grabados los cuerpos aún no tenía ninguna respuesta satisfactoria. Hacía muchos años, un agente capturado de los Eticos, un hombre que se hacía llamar Spruce, había dicho que una especie de cronoscopio, un instrumento que podía mirar hacia atrás en el tiempo, grababa las células de los seres humanos. De todas las personas que habían vivido desde aproximadamente dos millones de años antes de Cristo hasta el 2008 después de Cristo.

Burton no lo creía. No parecía posible que nada pudiera ir atrás por el tiempo, corporal o visualmente. Frigate había expresado también su incredulidad, diciendo que probablemente Spruce había utilizado la palabra «cronoscopio» en un sentido figurado. O quizá había mentido.

Fuera cual fuese la verdad, la resurrección y la comida de los cilindros podían ser explicada en términos puramente físicos.

¿Qué ocurre, Burton? preguntó educadamente el jefe. ¿Has sido atrapado por un espíritu?

Burton sonrió.

No dijo, sólo estaba pensando. Nosotros también hemos hablado con mucha gente que decía que nadie había sido trasladado a sus zonas en el último año. Por supuesto, tal vez esto sólo signifique que los lugares por los que hemos viajado no hayan tenido ningún traslado. Es posible que sigan habiendo traslados en otros lugares. Después de todo, el Río puede ser...

Hizo una pausa. ¿Cómo podía expresar el concepto de un Río que posiblemente tuviera diez millones de kilómetros o más a una gente que no comprendía ningún número más allá de veinte?

Puede ser tan largo que un hombre que navegara de un extremo del Río hasta el otro necesitara más años para hacerlo que las vidas juntas de tu abuelo, tu padre y tú mismo en la Tierra.

»De modo que, aunque se produzcan tantas muertes como hojas de hierba hay entre dos piedras de cilindros, eso sigue sin ser mucho comparado con el número de personas que viven a lo largo del Río. Aunque hemos viajado mucho trecho, seguimos sin haber llegado demasiado lejos en comparación con la longitud del Río. De modo que pueden existir muchas zonas donde los muertos han seguido reapareciendo.

»Además, no muere tanta gente ahora como en los primeros veinte años. La mayor parte de los pequeños estados se han establecido permanentemente. Actualmente existen pocos estados esclavistas. La gente ha creado estados en los cuales se mantiene el orden entre sus propios ciudadanos y se les protege de otros estados. La gente malvada que anhelaba el poder y la comida y los bienes de los demás fueron muertos. Es cierto que aparecieron en otro lugar, pero en otras zonas se hallaron sin aquellos que los apoyaban. Las cosas se han ido asentando, aunque, por supuesto, siguen produciéndose accidentes, la mayoría en la pesca, y se producen muertes individuales, aunque generalmente por motivos pasionales.

»Pero no se producen tantas muertes actualmente como antes. Es posible que las zonas por las cuales hemos cruzado sean simplemente zonas en las cuales por una coincidencia no se han producido traslaciones.

¿Crees realmente eso? dijo el jefe. ¿O lo estás diciendo simplemente para que nos sintamos mejor?

Burton sonrió de nuevo.

No lo sé.

Quizá dijo el jefe sea como nos dicen los chamanes de la Iglesia de la Segunda Oportunidad. Que este mundo es tan sólo un alto en el camino, una parada intermedia en nuestro camino a otro mundo mejor. Un mundo mucho mejor. Los chamanes dicen que cuando una persona se vuelve realmente buena aquí, mucho mejor de lo que era en la Tierra, se dirige a un mundo donde moran realmente los grandes espíritus. Aunque los chamanes insisten en que tan sólo existe un gran espíritu. No puedo creer eso, puesto que todo el mundo sabe que hay muchos espíritus, tanto altos como bajos.

Eso es lo que dicen respondió Burton. ¿Pero cómo pueden saber ellos más que tú o yo?

Dicen que uno de los espíritus que construyeron ese mundo se les apareció al hombre que fundó su iglesia. Ese espíritu le dijo al hombre que las cosas eran así.

Quizá el hombre que proclama eso esté loco o sea un mentiroso dijo Burton. En cualquier caso, me gustaría hablar yo mismo con ese espíritu. Y tendría que demostrarme que es realmente un espíritu.

A mí no me preocupan esas cuestiones dijo el jefe. Es mejor dejar a los espíritus solos, para gozar de la vida tal como se presenta y ser buenos para la tribu.

Quizá ésta sea la mejor actitud dijo Burton.

Pero no creía en ello. Si lo creyera, ¿por qué se obcecaría tanto en subir hasta las fuentes del Río y el mar que había detrás de las montañas que rodeaban el Polo Norte, el mar que se decía tenía en su centro una imponente torre donde vivían los ocultos hacedores y gobernantes de aquel mundo?

No pretendo ofenderte, Burton dijo el jefe, pero soy uno de los que pueden ver dentro de las personas. Tú sonríes y cuentas historias divertidas, pero estás turbado. Estás furioso. ¿Por qué no dejas de viajar en ese pequeño barco y te estableces en algún lugar? Tienes una buena mujer, de hecho todo lo que cualquier hombre necesita. Este es un buen sitio. Hay paz, y los ladrones son desconocidos, excepto algún viajero ocasional. No hay peleas a no ser entre dos hombres que desean demostrar que el uno es más

fuerte que el otro o entre un hombre y una mujer debido a que no pueden seguir soportándose mutuamente. Cualquier persona sensible se sentiría feliz en esta zona.

No me siento ofendido dijo Burton. De todos modos, para comprenderme, deberías haber oído la historia de mi vida, aquí y en la Tierra. E incluso entonces puede que no me comprendieras. ¿Cómo podrías hacerlo, cuando yo no me comprendo a mi mismo?

Burton guardó silencio, pensando en otro jefe de una tribu primitiva que le había dicho más o menos lo mismo. Aquello ocurría en 1863, cuando Burton, como cónsul de Su Majestad en la isla del Africa occidental de Fernando Poo y el Golfo de Biafra, visitó a Gélélé, rey de Dahomey. La misión de Burton era hablar con el rey para detener los cruentos sacrificios humanos anuales y el comercio de esclavos. Su misión había fracasado, pero él había recogido datos suficientes como para escribir dos libros.

El borracho, sanguinario, lascivo rey había actuado despóticamente con él, mientras que cuando Burton había visitado Benin su rey había crucificado a un hombre en su honor. Sin embargo, se habían entendido bien, considerando las circunstancias. De hecho, en una visita anterior, Burton había sido nombrado capitán honorario de la guardia amazónica del rey.

Gélélé había dicho que Burton era un buen hombre pero demasiado irritable.

La gente primitiva era buena leyendo los caracteres. Tenían que serlo para sobrevivir. Monat, el arcturiano, notando que la introspección de Burton estaba haciendo

descender el buen ambiente de la ocasión, empezó a contar historias de su planeta nativo. Monat había asustado un poco a los isleños al principio, debido a su origen obviamente no humano. Sin embargo, no había tenido ningún problema en granjearse su confianza, puesto que sabia exactamente cómo hacer que un ser humano se sintiera a sus anchas. Lo cual era lógico; no había hecho otra cosa cada día de su vida en el Mundo del Río.

Al cabo de un rato, Burton se levantó y dijo que su tripulación deseaba irse a la cama. Dio las gracias a los ganopo por su hospitalidad, pero dijo que había cambiado de opinión acerca de quedarse algunos días. Su intención original de descansar allí mientras estudiaba a los isleños había desaparecido.

Nos gustaría mucho que os quedarais aquí dijo el jefe. Unos cuantos días o varios años. Lo que prefiráis.

Te doy las gracias por eso dijo Burton. Y citó las palabras de un personaje de Las mil y una noches: «Alá me ha afligido con el amor al viaje».

Y luego se citó a sí mismo:

«Los viajeros, como los poetas, son en su mayor parte una raza irritable».

Eso al menos le hizo reír, y regresó al barco sintiéndose menos taciturno. Antes de irse a la cama, sorteó las guardias. Frigate protestó diciendo que no era necesaria una guardia en un lugar tan aislado, donde además los pocos habitantes que había parecían ser honestos. Su protesta no consiguió nada, lo cual no le sorprendió. Sabía que Burton pensaba que la codicia era el motor de las acciones humanas.


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