Su confusión no disminuyó aún después de pasar días meditando las palabras de ese enigmático personaje, sintiendo que en su arrogancia se ocultaba la pista necesaria para derrotarlo. Conversó con sus amigos árboles, en espera de una respuesta, pero todo lo que consiguió fue una historia de edades perdidas, con enseñanzas difíciles de descifrar, por lo que, entendiendo que la mejor respuesta sería dada al filo de una espada, volvió a enfrentarse a ese "rey" en la sala del trono.
--Dime --Levantó la mirada-- ¿Quién eres? ¿O quién soy yo?
--¿Quién soy? --Acercó su mano al cuello del individuo arrodillado, levantándolo a medio metro del suelo--. Jaja, te has vuelto arrogante. Pero no has entendido que para mí solo eres una mota de polvo, un pequeño animal que se retuerce en agonía, esperando que alguien le brinde su ansiado final.
--Si no soy nada --Dijo con dificultad--... Entonces ¿Por qué hablarme?
--Exceso de aburrimiento. --Sus ojos resplandecieron con frialdad al apretar sin fuerza su puño, rompiendo la garganta de su cautivo.
∆∆∆
La historia se volvía a repetir, muerte y solo muerte era lo que le esperaba al enfrentar aquel ser tiránico. No entendía como siendo el más fuerte, podía ser tan débil, lo intentó de todo, con equipamiento defensivo u ofensivo, atacando a distancia, en un uno contra uno, o acechando desde las sombras, pero nada cambiaba. Poco a poco se dio cuenta de que la fuerza con la que regresaba de la muerte era menor, comprendiendo mucho tiempo después que la criatura en aquella sala pulcra se alimentaba de su energía vital y, por eso mismo jugaba con su mente, forzándolo a regresar una vez.
--He estado en este lugar toda mi vida, no sé porque busco una salida --Observó el eterno abismo al lado del puente que daba al castillo--. Tal vez el sendero que he caminado durante años ha llegado a su fin. Tal vez nunca hubo algo más allá y, solo soy la ilusión de algo o alguien que desea ver cómo me torturo pensado que podré escapar --Dio un paso al frente--. Puede ser que este sea mi final --Caminó un paso más hacia el frente-- y, la fuerza con la que me identificaba, solo haya sido una mentira --Su pie derecho avanzó, encontrándose con el vacío--. Porque talvez y solo talvez, no soy tan fuerte...
Justo en el instante en que inclinaba su cuerpo para lanzarse al profundo abismo, sus ojos se abrieron, recuperando el brillo de la vida. Rápidamente se lanzó hacia atrás, cayendo de nalgas.
--Hasta ahora he peleado con una venda en los ojos --Sonrió tontamente--, jaja, en verdad que he sido ciego.
Activó el punto seguro cercano al territorio de sus amigos árboles, apareciendo inmediatamente ahí. Poseía una gran sonrisa, una que ocultaba un sinnúmero de emociones. Vistió un conjunto cómodo y normal, sin equipamiento extra que pudiera expresarse como un acto bélico.
Llegó, abrazando inmediatamente el tronco del árbol mayor, las lágrimas cayeron sin detenerse, se sentía como un niño, desprotegido en un mundo caótico. Las ramas comenzaron a moverse, el tranquilo viento tiró algunas hojas y, en ese movimiento plácido, una pequeña ramita se posó en su hombro derecho. No abrió los ojos, entendía el sentimiento de sus amigos con el silencio.
--Lo he comprendido.
Fue lo único que pudo expresar con palabras. Chocó su frente con el tronco, manteniéndola ahí por un extenso rato. La armonía invadió su corazón y su interior, un sentimiento que apreciaba y, agradecía que sus buenos amigos fueran tan cordiales como para obsequiárselo. Después de horas de silencio se acostó en la suave tierra, donde durmió como un bebé.
Pasó días meditando por el consejo de esos sabios seres y, recuperando a un ritmo muy lento la fortaleza mental que hace mucho había perdido. Su cordura fracturada no sanaría tan fácilmente y, lo había aceptado, no sabía quién era, pero el propósito que lo había mantenido cuerdo no había cambiado, saldría del laberinto a como diera lugar, lo había prometido y, no quería decepcionar a sus únicos amigos.
Los días se convirtieron en semanas y, las semanas en meses, logrando en ese tiempo algo que no había logrado en los últimos dos siglos: un avance positivo en su persona. Estaba feliz, dichoso, pero al mismo tiempo triste, había obtenido la posible respuesta para hacer frente al "rey", pero ahora que estaba tan cerca, no sabía si podía hacerlo.
--Entiendo --Una lágrima resbaló por su mejilla--, el momento ha llegado, he de despedirme --Tocó con su palma el duro tronco--. Los amo, amigos, en verdad los amo y, agradezco todo lo que hicieron por mí --Alzó la mirada para observar las ramas, respirando con profundidad--. Si todo sale bien, este es el adiós y, si no es así... nos vemos en cien años. --Quitó su palma, tragando saliva y, dando media vuelta para retirarse.
Justo cuando se preparaba para desaparecer, sonó un fuerte ruido, provocando que volteara ligeramente alarmado, pero para su sorpresa, lo que había causado el estruendoso sonido había sido una pequeña rama dorada, se acercó, podía darse cuenta por el cráter en el suelo que era sumamente pesada, aun cuando era tan pequeña como su brazo, pero al intentar levantarla se percató que su peso era completamente opuesto a lo que él pensaba, teniendo el mismo peso de una hoja diminuta. Sonrió con tristeza al ver la descripción de la rama dorada, mientras temblaba con un sentimiento tan poderoso que no podía describir, al paso de los segundos la hermosa arboleda se fue marchitando, pintando los maravillosos y alegres verdes en cafés oscuros y melancólicos.
--Solo una oportunidad, les juró que no los decepcionaré. --Su corazón comenzó a hervir de motivación. Guardó su nueva adquisición y desapareció.
Después de una lucha interminable con los más furiosos monstruos del laberinto, niveló sus estadísticas en las adecuadas para enfrentar a los soldados fantasmales, se equipó con una armadura de cuero oscuro, de brazales plateados y guanteletes dorados y, como arma, su preciada espada de dos manos. El combate fue intenso, pero sus más de mil intentos dieron como resultado en su absoluta victoria y, como ya conocía la costumbre del "rey", rápidamente se deshizo de sus altas estadísticas, reiniciándolas a sus números originales.
--Esta será mi primera pelea real --Borró todos sus puntos seguros--, me di cuenta muy tarde que revivir, me hizo idiota, pensado que podría intentarlo cuántas veces quisiera, pero hoy todo cambia. Hoy si me asesinas, será el final, ya no hay marcha atrás, ya no hay nada que me espere en este maldito lugar --Se colocó en guardia al notar que el "rey" se encontraba a cinco pasos de su posición--. Porque si muero hoy, todo se termina para mí.
--Bonito discurso --Su mano extrajo de la nada un espada de hoja carmesí, algo que sorprendió a su oponente-- y, por ello te daré una muerte honrosa.
--Gracias.
Se miraron por un solo segundo, porque en el siguiente la batalla comenzó. La espada carmesí chocó contra la espada larga, presionándose, pero sin obtener la victoria.
--Lo sabía, entre más fuerte fuera, más débil sería en contra tuya. --Sonrió lleno de alegría.
--Nada cambia, solo estás ralentizando tu muerte.
El "rey" golpeó el pecho de su oponente, lanzándolo a besar el suelo con su espalda. Se aproximó con rapidez, intentando clavar su espada en su pecho, sin embargo, el amigo de los árboles rápidamente giró hacia un lado, esquivando. Los ataques eran muy rápidos, certeros y brutales, por lo que no intentó hacerse el valiente y probar suerte, todo lo hizo con base en su conocimiento acumulado de los últimos doscientos cincuenta años, creando en un segundo las mejores estrategias y, en el mismo segundo eligiendo la mejor, pero aquello no representaba una ventaja real en contra de su oponente, ya que era igual o más habilidoso que él.
Ambos activaron sus habilidades, neutralizándose al mismo tiempo. Corrieron y se atacaron, salieron volando, creando una pequeña destrucción en la sala del trono, pero aún con la intensa batalla, sus miradas no flaqueaban en lo más mínimo. Cayeron, se levantaron, gritaron, era un espectáculo, no permitiéndose perder la concentración ni por un segundo.
--Lo admito, eres hábil. --Dijo el "rey".
--Ahora sí hablas. --Se acercó, impactando su puño en su casco negro.
El "rey" devolvió el golpe, acertando con fuerza en la boca del estómago. El amigo de los árboles escupió una gran bocanada de aire y saliva, recibiendo un rodillazo en su rostro al flexionarse por el dolor, retrocedió, mirando el techo mientras intentaba recuperar el control de su cuerpo. Lo hizo, bloqueando con su espada el corte que se dirigía a su cuello, volvió a bloquear y, lo volvió a hacer por tercera vez, sus manos dolieron por la vibración, pero la adrenalina le impidió pensar demasiado en ello. Activó su habilidad de intimidación, acompañada de un rugido devastador, pero el "rey" no se quedó quieto, el mismo creó de la nada una cúpula ilusoria, que lo protegió del fuerte ataque. El joven de la espada larga entrecerró los ojos, limpiando la sangre de su frente, rápidamente se lanzó hacia atrás, evadiendo el ataque próximo. Explotaron con sus auras de pelea, chocando entre sí y, lanzando sus habilidades más poderosas al mismo tiempo, las cuales se repelieron, creando una furiosa explosión en su centro. Gritó enfurecido, estaba dando todo, pero aún con ello no podía conseguir la ventaja.
La batalla tomó un respiro cuando ambos sujetos se retiraron a diez pasos uno del otro para recuperar el aliento. Uno sangraba de rojo, mientras el otro había perdido parte de la armadura de su brazo izquierdo. Ambos se miraban con intención asesina, no eran enemigos reales, pero cada uno tenía sus motivaciones para luchar y, eso era suficiente para que uno matara al otro.
--Ríndete, no podrás matarme. --Dijo con un tono frío y bestial.
--Sí eso fuera así, no pedirías mi rendición. --Exhaló con pesadez--. Admítelo, estás asustado.
--Solo quería mostrar mi agradecimiento por entretenerme, pero parece que es momento de volverte uno de mis sirvientes. --Su tono perdió todo rastro de emoción, volviéndose tétrico y siniestro.
Se quitó el casco, mostrando a un individuo con un rostro similar al humano, con la diferencia de que sus ojos eran más grandes, no poseía el iris, ni la pupila, todo el globo ocultar era color rojo, con la ilusión de que de ellos salían llamas que podrían incinerar hasta el lugar más frío. La tez de su piel era grisácea, con dos puntos como nariz y una boca repleta de colmillos, poseía una cabellera extinta de cabellos, si se decía que tenía cien, era decir muchos, pero aquellos no se movían por la gravedad universal, era como si tuvieran su propia mente, flotando con lentitud.
--¿Qué eres?
--Pregunta equivocada.
Se lanzó a la batalla una vez más. El amigo de los árboles volvió a bloquear, contratacando casi de inmediato. Su cuerpo fue golpeado, cortado y atravesado, pero no flaqueó, ya que había logrado asestar cortes certeros en su enemigo. Al sentir que la muerte reclamaba su cuerpo, rápidamente extrajo una fruta dorada de su inventario y, con total rapidez la consumió, no esperando ni un solo segundo, ya que no lo tenía y debía ser inteligente al ocupar el tiempo que poseía. Se recuperó casi al instante, evadiendo con rapidez el ataque próximo. Tropezó y casi perdió el brazo, pero su rápida reacción le brindo una segunda oportunidad. Activó sus habilidades, explotando con su energía de guerrero, pero no fue el único, el "rey" también lo hizo, enfrentándose con todo su arsenal de habilidades. Luces rápidas, golpes certeros, sangre derramada, toda la sala estaba repleta de daños, ya no poseía la anterior atmósfera elegante e imponente, ahora solo era otra sala más, destruida por los amantes del caos.
El amigo de los árboles cayó de rodillas, su cuerpo dolía demasiado, la fatiga era extrema y, al saber que ya no podía comer una fruta más porque la estaría desperdiciando, le provocó un mal sentimiento, pero al notar que a su enemigo le faltaba un brazo, una sensación de victoria invadió su cuerpo, aún cuando a él le costaba hasta respirar. El "rey" se acercó, furioso y, con una mirada decidida, era la primera vez que era mutilado y, ese sentimiento de deshonra lo estaba consumiendo por dentro.
--Tu muerte no será gloriosa.
Se colocó justo a un paso del individuo arrodillado, quién observó la lejanía, donde su espada descansaba, una sonrisa abatida se dibujó en su rostro, lo había intentado, en verdad lo había hecho, pero parecía que aquello al final no había servido de nada. El "rey" se arrodilló, alejó por un momento la espada de su cuerpo, quería que ganará velocidad.
--Te diré un secreto --Se acercó a su oído y, en el mismo instante impactó con su arma la panza de su enemigo, quién gimió y dejó salir de su boca una pequeña cantidad de sangre--. Soy... --Sus ojos se abrieron de par en par, pero antes de enterarse de lo que había pasado su cuerpo cayó a un lado, con una pequeña daga clavada debajo de su mentón.
--Me importa... una mierda... quién seas...
Sonrió, perdiendo el conocimiento al caer de espaldas.
A los pocos segundos un poderoso rayo blanco descendió para envolver su cuerpo, iluminando toda la anteriormente majestuosa sala...
*Has heredado la voluntad del arquitecto*
Su cuerpo apareció repentinamente, yaciendo en una superficie pastosa, a la luz del sol.
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