—¿Demasiado? —preguntó, con un tono lleno de preocupación.
—Está bien —mentí.
—Ya sabes que puedes ir al spa —ofreció Jules—. Te acompañaré y me quedaré allí, por si acaso.
—Jules —la corté suavemente—. Estoy bien. Todo es parte de esto. Sanaré.
Ella se quedó callada mientras comenzaba a amasar mi brazo, alternando entre movimientos profundos y más ligeros. Apreté los dientes mientras continuaba, sin querer emitir otro sonido.
Por brutal que él creyera que era con su entrenamiento, no sabía toda la verdad. Mi tolerancia al dolor era algo de lo que en realidad podía estar orgullosa. Si no fuera por eso, podría haberme golpeado la cabeza contra el muro de concreto de mi celda hace años, solo para acabar con mi miseria.
—Tienes... un moretón... aquí —murmuró con voz temblorosa.
¿Moretón? Me di cuenta mientras el recuerdo de la boca de Hades ahí aparecía en mi mente. —Es... nada —dije, mi rostro poniéndose escarlata.