Pero no se sentía bien porque obviamente esta persona no era Khaos.
Zuri abrió los ojos y vio a este hombre. Sabía quién era, pero no pensó que lo encontraría aquí, y mucho menos tenerlo dentro del carruaje.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, él le cubrió la boca con un paño húmedo y todo lo que pudo sentir fue ese extraño sabor en la punta de su lengua que le quemaba la garganta y confundía su mente.
—Shh —dijo él—. Duerme Zuri. No te hará daño. —Acarició su cabeza, pero Zuri podía ver la ira y el resentimiento detrás de sus ojos. Estaba furioso. Estaba listo para matarla si fuera necesario.
Y luego todo se volvió oscuro. Perdió la conciencia.
Zuri sentía que flotaba en la oscuridad, se sentía como si se estuviera ahogando en las aguas frías de un río, pero luego, cuando sus sentidos regresaron lentamente, finalmente se dio cuenta de lo que le había pasado.