El momento decisivo de la segunda selección había llegado. El equipo rojo avanzó hacia el campo con determinación, sus pasos resonaban en la arena mientras tomaban posiciones. Frente a ellos, el equipo blanco hizo su entrada, liderados por la imponente capitana Ríos. La atmósfera estaba cargada de tensión, como si la propia arena fuera un campo de batalla esperando ser conquistado.
Killer observaba todo en silencio, respirando hondo, como si pudiera oír los latidos de su propio corazón.
<<Bien, aquí inicia la guerra>> pensó, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. La mirada de la capitana Ríos era implacable, confiada, como si el campo de juego fuera de su dominio.
El equipo blanco tomó su lugar y rápidamente se planea. Los Guerreros del rojo tomaron sus posiciones, el aire denso con la expectativa del partido que estaba por comenzar. La tensión era palpable. Ambos equipos, con la misma urgencia y deseo de victoria, esperaban la señal para comenzar. En el campo, el silencio era absoluto, roto únicamente por el sonido de la trompeta que anunciaba el inicio.
El juego comenzó.
La trompeta resonó y el balón fue entregado directamente a Ríos, quien, con un movimiento ágil y decidido, comenzó su avance. Dos delanteros del equipo blanco la acompañaban mientras el equipo rojo ajustaba su estrategia. Danna y Suarez, los dos delanteros del equipo rojo, salieron en su persecución, presionando a los atacantes, pero fue Killer quien se enfrentó directamente a la capitana. Con una mirada fija y la mandíbula apretada, se lanzó contra ella, sabiendo que este duelo físico sería decisivo.
Ríos observa al joven con una calculadora de frialdad. Con un giro sutil del pie, pasó el balón ligeramente hacia su costado derecho, y con un movimiento explosivo, embistió a Killer con su hombro. La carga repentina de la capitana fue tan imponente que el joven no pudo evitar caer al suelo con un golpe seco.
<<Cuánta fuerza... ¿En verdad es una mujer?>> pensó Killer mientras intentaba recuperarse, algo atónito por la fuerza bruta que la capitana había desplegado.
Pero no hubo tiempo para procesar. Uno de los delanteros del equipo blanco, tras deshacerse de Suarez, se acercó rápidamente a Ríos, y juntos comenzaron a combinar a pases de pared con velocidad. Aprovechando la confusión en la defensa del equipo rojo, superaron a David en el mediocampo, dejándolo atrás en un abrir y cerrar de ojos. Dairo, desde la defensa, trató de interceptar, pero el delantero blanco lo eludió con una maniobra precisa.
La presión era constante. Jeffer y Alex avanzaban para interceptar a Ríos, pero la capitana tenía todo bajo control. Con una agilidad impresionante, dribló a Jeffer y, con una finta rápida, realizó un túnel, pasando el balón entre las piernas del joven sin que este pudiera reaccionar a tiempo.
Ríos se encontraba ahora a veintiocho metros de la portería, un espacio suficiente para cualquier jugador de su calibre. Alex se interpuso en su camino, bloqueando su ángulo de disparo, pero la capitana, con un control absoluto del balón, observó la jugada con calma. La portera roja, Ana, intentó ajustar su posición, pero algo en la trayectoria del balón la desorientó. Con Alex obstruyendo su visión y el balón acercándose rápidamente, no tuvo tiempo de reaccionar.
Un disparo seco y preciso de Ríos perforó el aire. El balón cruzó la línea de gol, y antes de que Ana pudiera moverse a su costado derecho, ya había tocado la roja. El primer punto del partido estaba en el marcador, y el equipo blanco ya había marcado su territorio.
—En el campo de juego, yo, soy la reina de la arena —declaró Ríos con una sonrisa confiada, mirando a su alrededor mientras el equipo blanco celebraba su primer tanto.
El equipo rojo, aún en shock por la rapidez del ataque, intentó reponerse. Killer se levantó del suelo, se sacudió el polvo y, con una expresión dura, se centró en lo que quedaba por hacer. No podía permitirse perder este momento. Sabía que su equipo aún tenía una oportunidad, pero tenía que actuar rápido. El partido recién comenzaba, y la guerra estaba lejos de terminar.
El juego se reanudó con una energía renovada. El balón llegó a manos de David, quien, al instante, se dio cuenta de que el tiempo apremiaba. El equipo blanco ya había marcado su primer punto, y el rojo no tenía otra opción que atacar para igualar el marcador. Sin embargo, al observar a sus compañeros delanteros, David se dio cuenta de algo extraño. Los tres de ellos se separaron en ángulos diferentes, corriendo hacia el frente con una intensidad casi cegadora, pero sin mirar atrás, sin percibir la situación ni los posibles pases. En sus mentes solo resonaba un objetivo: anotar, y lo querían hacer a toda costa.
David, consciente de la falta de organización, tomó las riendas de la jugada. Con agilidad, empezó a driblar el balón, con la mirada fija en sus compañeros. Las dos defensas del equipo blanco más cercanas a él fueron rápidamente superadas, pero cuando intentó hacer el pase a Killer, se dio cuenta de que este estaba atrapado entre dos jugadores rivales: Ríos, la capitana, y otra defensa que cubría su espalda.
Con rapidez y sin dudar, Suárez se desmarcó por el extremo izquierdo, pero un defensor blanco se le pegó como una sombra, cerrándole todos los espacios. El panorama parecía complicado y la presión aumentaba, pero David no perdió la calma. Observó hacia el centro y vio que la única opción libre era Danna. Sin pensarlo más, lanzó el pase con precisión, como si supiera que ella estaría ahí.
Pero antes de que el balón llegara a Danna, una defensa del equipo blanco, que se había acercado sin hacer ruido, intentó interceptar el pase. Sin embargo, Danna, con una elegancia desconcertante, sonando ante la presión. Sin perder un solo segundo, realizó un movimiento asombroso con su talón derecho, flexionando su pierna de una forma casi imposible, tocando el balón con sutileza para pasarlo por el costado izquierdo del defensor.
El jugador rival intentó reaccionar, pero Danna ya estaba un paso adelante, posicionándose rápidamente detrás de él, como si todo fuera parte de un plan perfectamente ejecutado. Con confianza, observó la portería y, sin dudar, disparó un potente tiro que atravesó el aire y se coló en la esquina inferior del arco.
El balón tocó la roja, y el marcador se igualó. El equipo rojo había logrado lo que parecía casi imposible: empatado el partido en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Qué les parecían chicos? —preguntó Danna, sonriendo con una mezcla de orgullo y satisfacción mientras sus compañeros corrían hacia ella para felicitarla.
—Eso es, linda —dijo Ana, aplaudiendo con entusiasmo.
—Buen trabajo —comentó Dairo, mostrando su apoyo con una sonrisa amplia.
—Fue un pase perfecto —añadió David, quien no podía evitar sentirse orgulloso de la jugada.
Killer, que observaba la jugada desde su lugar, no pudo evitar sonreír ante la jugada de su compañera.
—Nada mal, lo hiciste bien, pero la próxima yo será quien anote —comentó Killer con su característico tono arrogante pero amigable.
Suárez, que siempre tuvo algo que decir, no tardó en intervenir:
—Te equivocas, lo haré yo —dijo con una sonrisa desafiante, como si estuviera probando las palabras de Killer.
El ambiente en el equipo rojo se volvió más relajado después de esa jugada. El primer punto había sido crucial para equilibrar el juego y devolver la confianza al grupo. Sin embargo, la batalla aún no había terminado. El equipo blanco no se dejaría vencer tan fácilmente, y la lucha por la victoria se intensificaría con cada minuto que pasara. La tensión estaba lejos de disiparse, pero el equipo rojo, ahora con el marcador empatado, estaba listo para darlo todo en la segunda mitad.