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36.84% CAMPO DE BATALLA / Chapter 7: PRIMERA SELECCION PARTE 3

Bab 7: PRIMERA SELECCION PARTE 3

<<Así que esos son los dos mejores de mi grupo... mierda, estoy a años luz de alcanzarlos, pero eso no me importa ni un carajo. No voy a perder, no lo haré.>> Killer apretó los dientes con determinación, su mirada fija en el campo, como si estuviera tratando de absorber cada centímetro de ese terreno de juego. La ira se agazapaba en su pecho, y, por un instante, esa furia se transformó en su único combustible.

El balón volvió a ingresar al terreno de juego. Ordoñez y Vanessa se lanzaron a la carrera, el esférico cayendo justo entre ambos, como un destino que los desafiaba a probar quién era más rápido. Pero desde las sombras, acechando como un depredador hambriento, Killer los observó, esperando el momento oportuno para atacar. No podía seguir siendo un espectador; era hora de hacerse notar.

—¡Fuera de mi camino! —rugió Killer, su voz como un trueno que rompió el aire tenso. Usó su fuerza para abrirse paso entre ambos rivales, empujándolos sin misericordia, los cuerpos de Ordoñez y Vanessa cayendo al suelo con un estrépito sordo. Killer quedó libre, frente al portero, con el balón a sus pies.

No había tiempo para pensar. Con un grito de furia, su pie impactó el balón con toda su fuerza. El disparo fue imparable, un torrente de energía que atravesó el aire como un misil, y el portero, al ver la velocidad del tiro, no se movió. El balón se estrelló en la red, y Killer, eufórico, lanzó su grito de victoria al aire, sintiendo que el terreno de juego le pertenecía por fin.

—Vaya, un empate —dijo Max, su voz resonando a través de los altavoces, mientras observaba el reloj. Los ojos de los jóvenes se clavaron en él, expectantes. «¿Un empate?», pensó Killer, su mente aún latiendo por el gol recién anotado. «Esto no termina aquí.»

—Fueron los únicos en los que ocurrió esto —continuó Max, sin inmutarse ante la tensión creciente—. Bien, les daremos un minuto más. Si el empate persiste, la suerte será quien decida quién permanecerá en el juego. Buena suerte.

El sonido de la trompeta volvió a sonar, y el balón descendió nuevamente al centro del campo. Todos los jugadores se lanzaron al mismo tiempo, como un enjambre descontrolado, corriendo a toda velocidad hacia el esférico. Sin embargo, fue Killer y Ordoñez quienes se enfrentaron en un duelo físico, una batalla de fuerza y resistencia. Ambos estaban decididos a ganar ese balón, pero fue Vanessa, con su agilidad felina, quien los superó a ambos, aprovechando su velocidad para adelantarse.

Ordoñez no tardó en reaccionar. Como un animal acechando a su presa, se lanzó hacia Vanessa, y la confrontó con un empuje. La mujer intentó driblarlo, moviéndose de lado, pero Ordoñez, con su poder físico, logró sujetarla del abdomen, deteniéndola en seco.

—Tu destreza de dribleo es impresionante, pero tus habilidades físicas son promedio —dijo Ordoñez con una sonrisa desafiante.

Vanessa luchó contra su agarre, pero el joven la venció, despojándola del balón con un movimiento rápido y preciso. Ahora, con el esférico en su poder, Ordoñez se preparó para disparar, confiado en su capacidad de definir el juego. Sonrió, sabiendo que este gol sería el que los llevaría a la victoria.

Sin embargo, Killer no iba a dejar que eso sucediera. Viendo cómo Ordoñez se disponía a marcar, el joven reaccionó con rapidez. Con un salto casi acrobático, se lanzó hacia el balón, alcanzándolo justo a tiempo para desviar su trayectoria con la punta de su pie. El balón perdió toda su potencia y, en un giro desafortunado, el portero se lanzó y logró desviar el tiro, enviándolo a un saque desde la esquina derecha.

Vanessa, que observaba la jugada desde el suelo, maldijo en voz baja. El juego había tomado un giro inesperado, y las fuerzas estaban más equilibradas que nunca. Todos los jugadores sabían que estaban al borde de algo grande, pero también al borde de la derrota. En ese campo, sólo los más fuertes y decididos sobrevivirían. Y Killer estaba dispuesto a ser uno de ellos, sin importar los sacrificios que tuviera que hacer.

—Tú, sin tu disparo de zurda, no eres nada —escupió Killer, su voz cortante como un cuchillo.

—Maldito infeliz —respondió Ordoñez con furia, sus ojos brillando con rabia.

<<Mierda, apenas logré sobrevivir hasta aquí. No estoy a su altura, no puedo hacer nada. ¿Esto es un golpe de realidad? ¿En verdad no nací para esto? No... no, no lo acepto. ¡Me niego a perder aquí! Si pierdo, será como morir. ¡Me niego a morir!>> Killer apretó los dientes, su respiración agitada mientras su mente luchaba contra la marea de dudas que lo asfixiaban. Algo dentro de él, algo primordial y salvaje, comenzó a despertar.

El balón fue cobrado y Ordoñez, junto a Vanessa, se lanzaron al terreno de juego, luchando por el control del esférico. Pero en ese preciso instante, algo cambió en Killer. Sus ojos se tornaron completamente negros, con la pupila roja brillando como una llama en su interior. La energía que lo envolvía se volvía palpable, como si el mismo aire lo desafiará a rendirse.

Su pierna izquierda comenzó a brillar con una aura negra, oscura, pero vibrante, como si estuviera a punto de liberar todo el potencial que había estado guardando en lo más profundo de su ser. Con un salto impresionante, Killer se lanzó hacia adelante, aterrizando sobre la espalda de Ordoñez, quien, sorprendido por el repentino impacto, perdió su equilibrio. La fuerza del choque hizo que ambos se inclinaran hacia el frente, pero Killer, con astucia y fuerza, aprovechó el momento para mantenerse en pie. Sujetó el pecho de Vanessa con su mano, aferrándose a ella con la única intención de no caer, de no ceder ante la presión.

Vanessa, sorprendida por la táctica de Killer, intentó alcanzarlo en el aire, estirando su brazo hacia el balón. Pero Killer, sin perder tiempo, usó esa fracción de segundo para lanzar su disparo. Su pierna derecha se alzó con fuerza, realizando un movimiento acrobático, una chilena perfecta que envió el balón hacia la portería. El esférico, rodeado de un aura negra y púrpura, trazó un rastro brillante por el aire, como si el mismo espacio se retorciera a su paso. El balón cruzó la línea de meta, golpeando las redes con una fuerza imparable.

El silencio cayó sobre el campo, quebrado solo por el rugido del viento y la mirada atónita de los demás jugadores. Killer permaneció allí, suspendido en el aire por un segundo, como si el tiempo hubiera dejado de existir. El balón, por fin, había tocado el suelo en el punto decisivo.

—¿Acaso eso fue lo que creo que es? —preguntó Hana, incapaz de ocultar su asombro mientras observaba la jugada desde las gradas.

—Vaya, quien lo diría... —comentó Karla, una sonrisa de satisfacción dibujándose en su rostro.

Clark, observando el campo con los ojos brillando de interés, soltó una risa baja, llena de una admiración contenida.

—Así que ya despertaste tu potencial, mocoso —dijo, casi como un susurro, pero con una intensidad palpable. —Cada vez me dan más ganas de verte crecer.

Killer, con el corazón todavía latiendo con fuerza, sintió como una ola de poder y determinación lo invadía. Sabía que aquel disparo no solo había decidido el juego. Había marcado el comienzo de algo mucho mayor. Algo dentro de él había cambiado, y esta victoria no sería la última.


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