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—Deberías haberme dicho que venías —exclamó su madre mientras saludaba a Carla con un cálido abrazo y un beso en la mejilla.
—Es una sorpresa —respondió Carla con una sonrisa—. ¿Qué estás haciendo?
—Oh, solo redactando un discurso para el evento universitario al que asistiré como invitada de honor este viernes —dijo su madre con un zumbido de satisfacción—. Ven, tomemos un té mientras esperamos el almuerzo.
Carla asintió, y se dirigieron al balcón. El clima estaba fresco, con una brisa fría que presagiaba la llegada del invierno. Carla sonrió, disfrutando de la atmósfera serena, pero justo cuando estaban a punto de sentarse, su madre de repente colapsó al suelo.
El corazón de Carla se congeló. Sus ojos se abrieron alarmados mientras corría al lado de su madre.
—¡Mamá! ¿Qué te pasa?! —gritó, su voz temblorosa mientras se arrodillaba a su lado.
La piel de su madre se sentía anormalmente fría. El pánico se apoderó de Carla mientras gritaba —¡Alguien, llame a una ambulancia!