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Mientras Aiden vertía la sopa con el cucharón, no podía evitar notar la intensidad de la mirada de Serena, sus ojos seguían cada movimiento que hacía. La sensación de ser observado tan de cerca hizo que su concentración flaqueara y, por un momento, casi derramó la sopa hirviendo sobre su mano. Por suerte, antes de que pudiera ocurrir un desastre, la voz de Serena rompió su distracción, su tono ligero pero teñido de preocupación.
—¿Odias tu mano o algo así? —preguntó Serena.
Aiden parpadeó, momentáneamente confundido, mientras colocaba cuidadosamente la olla caliente en la encimera, centrándose completamente en ella. —¿Qué? —respondió él.