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33.33% Amague / Chapter 2: ¿Y todos los brujos del mundo?

Bab 2: ¿Y todos los brujos del mundo?

Amadeo ahora podía empeñar sus esfuerzos en recobrar memoria de todo lo ocurrido, le parecía imposible determinar cuánto tiempo había trascurrido desde iniciada la persecución, se frustraba al comprobar que los rostros de sus agresores eran evocados en su memoria de manera confusa y apenas entendible, rememoraba el estallido de los disparos y por alguna razón, el llanto de Camilo. Se sintió estúpido por considerar que ahora el ciber se encontraba descuidado, su jefe, el viejo que dormía tras el local, tendría que entender todo lo ocurrido, así lo pensó Amadeo y se sintió algo aliviado.

Un repentino haz de luz dorada emanó de algún lugar en medio de los árboles, el muchacho se detuvo de improvisto, y permaneció atento por si aquel fenómeno llegaba a replicarse, en efecto, aquella luz volvía a emanar de quien sabe qué lugar en medio de la arboleda, como si su fuente se mantuviera en movimiento, aquello no parecía ser obra del poder lumínico de algún farol, el joven incluso considero que alguien estaba manejando una fogata en las cercanías.

Una curiosidad increíblemente sagaz le obligo a mantener la marcha, ahora en búsqueda de esa fuente de luz, en su mente, se hizo con mil excusas que justificaran racionalmente su manera de actuar, pero en realidad, solo ansiaba encontrarse con el dueño de aquella luz, como en ejercicio de algún voto de confianza con aquella fuente de brillo.

A medida que agilizaba su andar le parecía innegable la procedencia ígnea de aquel destello misterioso, ¿Aquel ruido procedía del dueño de la antorcha? Alguien paleaba la tierra…

Amadeo permaneció en un estado de observancia total, casi inamovible, ante sus ojos; Un viejo cuyo perfil era mayoritariamente disimulado por las sombras de la noche, se dedicaba a abrir un agujero en la tierra, una patética antorcha sembrada a sus pies le servía como única guía, vestía una túnica agujereada, que parecía demostrar indicios de ya viejos signos y figurillas decorativas. Sobre aquella cabeza se plantaban unos grises y débiles cabellos que alcanzaban las cejas del hombre, aquel cavaba con un instrumento de madera, una pala mal tallada, el hombre cavaba una pequeña fosa sin prisa alguna, parecía totalmente inmerso en su misión.

--Disculpe, señor, ¿Qué hace por aquí a estas horas? —Dijo Amadeo, de manera inmediata, se sintió avergonzado por su imprudente intromisión, no sabía nada de aquel desconocido y aun así se había preparado para hacer semejante pregunta. ---

Aquel viejo, sin ningún indicio de sentirse sobresaltado por la repentina aparición de otra persona alzo su débil mirada, unos ojillos diminutos y grises se posicionaron sobre el muchacho;

--Estoy cavando mi tumba… creo que ya me llegó la hora…--

--¿Su tumba? –

Contesto Amadeo mientras se tranquilizaba un poco, parecía que aquello no era ninguna aparición, en realidad se había encontrado con un viejo de carne y hueso, entonces pudo considerar lo más prudente, aquel hombre podría padecer algo muy grave y quería asegurarse un lugar antes de morir. 

--Si no tienes nada más para preguntarme, puedes irte…–sugirió el viejo con cierto aire escalofriante—

--Pues… yo que se, puedo intentar llamar a alguien para que venga por usted…—

--No hay a quien llamar…–

--¿A nadie?, ¿Está perdido? No me perdonaría dejar a un viejo delirando en medio de la nada…--

--Pues tendrás que perdonártelo, yo voy a morir esta noche…--

--Mire, realmente no es mi asunto… pero, no creo que sea lo mejor dejarlo aquí como si nada–

Lo sorpresivo del encuentro había socavado la actitud de huida de Amadeo, podía tomarse todo esto como un instante de calma.

--Pero que muchacho tan estúpido, te digo y te vuelvo a decir, vine a morir aquí, ¿Crees que alguien cavaria una tumba en medio del bosque para nada? –

--De verdad está chiflado… --Dijo Amadeo con una expresión distraída y un gesto cínico—

--En fin, ya viniste a molestarme, hiciste tu tarea, piérdete y no vuelvas—

--¿Y esa pinta, acaso es brujo? – (dice Amadeo al notar los curiosos ornamentos y amuletos de oro que trae el viejo, todo en su conjunto brinda cierta aura mística).

--No lo dudes, tienes ante ti al último brujo en todo el mundo…--

--Claro… el ultimo brujo del mundo ¿lo descubrió por su cuenta o se lo contó alguien más– (menciona Amadeo en tono burlón).

--Lo sé de primera mano… —

--¿Está drogado? –

--Ya deberías seguir con tu camino, anda, sigue y termina de perderte-- 

--¿A qué se refiere con que "lo sabe de primera mano? — (El muchacho pensó que seguirle la corriente podría facilitar el ayudar a aquel viejo).

--Fui testigo y verdugo, por eso se de lo que hablo, ya no quedan más…--

--¿Cómo un cazador de brujos? Me lo imagino… debió ser una vida interesante…--

--¿Los nervios te aflojan la lengua? ¿Qué pasa? ¿Te perseguía un oso y terminaste por aquí? –El viejo rio de manera algo maliciosa –

--(Amadeo se inquietó por la acertada aproximación del viejo, no creía que su nerviosismo fuera tan evidente). –Quien sabe… ese no es asunto suyo…--

--¡Ah! ¿Pero mi tumba si es asunto tuyo? Que descaro, me aseguré de hacer de mi entierro un evento jovial y solitario, y aún con todo, tenías que aparecerte… —

--Bien… lo que usted diga, yo ya me voy…--

--¿Y no será que tus perseguidores te están esperando allí afuera? – El viejo hablo con una gran audacia que creía no volver a necesitar, sus ojos demostraban la confianza de quien acaba de toparse con una gran oportunidad, aún así, actuó con disimulo--

--No es asunto suyo, y aunque así fuera ¿Qué propone? ¿cabo otra zanja junto a la suya? --

--Tengo algo más útil que otra zanja, conozco una ruta que da otro sector a no más de cincuenta metros de aquí… Si te apetece salvarte sígueme, de otro modo, los que te buscan podrán ahorrarse el trabajo de excavar --

Sin esperar alguna respuesta, el viejo se dio media vuelta y avanzo en su camino a lo más profundo del bosque, Amadeo, en un gesto de engreimiento lo siguió sin alguna duda, después de todo, aquella opción resultaba más favorable que perderse en el monte o regresar con el riesgo de toparse con sus perseguidores, es verdad que todo lo ocurrido era una coincidencia de lo más extraña ¿Cuáles eran las posibilidades de que dos desconocidos se encontraran en aquel rincón del bosque en medio de circunstancias tan anormales? 

Tras una breve caminata, ambos se encontraron con un antiguo lecho rocoso totalmente expuesto, en uno de los costados del cerro se veía una formación natural compuesta por tres inmensas rocas apiladas, aquel era el refugio del viejo, destacaba por la tímida iluminación del interior, la entrada había sido recubierta por un muro de barro y decorado con una puerta de madera mal tallada, el viejo invitó al muchacho a pasar de una buena vez, este lo considero un instante y siendo capaz de mermar sus terribles sospechas hasta ahora recobradas, finalmente se animó a pasar.

El interior era poco menos que el espacio resultante de la estructura rocosa sumado a algunos decorados de madera, añadiéndole a todo una pequeña hamaca y una despensa de troncos con algunas semillas, El viejo dio una extraña mirada a su hogar y se inclinó lentamente sobre una tapa de madera que recubría un agujero en el suelo.

--Solo vine de paso por algunas cosas…--

--¿Qué dice? –Replicó Amadeo—

--Creo que me he confundido… no me correspondía a mi morir esta noche --

--¿De qué está hablando? Se refiere a… no entiendo…--

--Es solo que cada vez que veo esto… no puedo evitar recordar que existe una clase de poder muy especial, de la clase que te transforma para siempre, tanto así que lo que solías ser no vive más de ninguna manera… Obtener poder es solo otra manera de morir--

El viejo extrajo del agujero un pequeño cascabel de bronce, al ser agitada, la pequeña pieza de metal no emitía ruido alguno, de su parte superior se extendía una cuerda roída y al borde del desgaste total. El viejo sostuvo aquel cascabel entre sus manos y luego lo dejo colgar frente a sus labios, lo miro con fijeza y medito un instante, Amadeo simplemente lo contemplaba con una extrañeza creciente.

--Quien sabe que o quien ha permitido que nos encontrásemos esta noche, pero justo cuando creía que no me correspondía tener más herederos apareciste de la nada, por eso sé que no requiero de más confirmaciones, te lo has ganado por mérito de tu propia suerte… muchacho, esto que voy a presentarte se conoce como daimon… --

De la sombra del viejo, producto de la diminuta fogata hogareña, brotó una figura de semblante inquietante, aquello era un esqueleto humano, totalmente dotado de movilidad, solo sus pies se encontraban revestidos por una piel grisácea, el recubrimiento de aquel esqueleto resultaba más similar a la textura de ciertas rocas negruzcas que al propio material típico de los huesos humanos.

Amadeo quedo paralizado, consiguió ahogar un primer grito de alarma que trepaba desde sus pulmones, aún con eso, se vio incapaz de contener la evidente agitación de sus manos y el dramático gesto de su rostro, no supo si echar a correr una vez más o si simplemente atender, la figura recién aparecida, aquel engendro espeluznante parecía carecer de peso propio, se le veía un único pie apoyado en el suelo, como si se apresurara a levitar alrededor de los dos hombres.

--No lo dudes, la imprudencia de mis palabras me aterra tanto como a ti te inquieta esta figura fantasmal… Pero creo que podrás entenderme, incluso alguien como yo teme a la muerte, tengo los días contados y por ello supe que debía apresurarme para que nada de lo mío se perdiera para siempre y te juro que lo he meditado ¿Debería dejar que mis misterios se reduzcan a la nada? O quizá… debería permitir que otro incauto se dé la libertad de maldecir el mundo --

--Padre nuestro que estas en los cielos… -- Dijo Amadeo sin poder apartar la vista de aquella figura sombría que parecía divisarle de reojo, su temblorosa voz parecía debilitarse con cada murmuro –

--Los daimones no temen a los rezos, a menos que los críes para ello, ven, toma el cascabel y empecemos con el ritual, tengo un mal presentimiento — El viejo saco de su escondite un segundo cascabel--

--No, claro que no… aquí no se hará ningún ritual --Amadeo se echaba la bendición y recitaba quien sabe que bendiciones para sí mismo—Me voy ahora, nada de esto ocurrió jamás, puedo convencerme de eso…--

La mente del muchacho empeñaba todos sus esfuerzos por encontrar la trampa detrás de toda esta terrible puesta en escena, un ser atroz había brotado de la nada, justo después de encontrarse un viejo demente en medio de los bosques. aún respiraba con agitación y parpadeaba con intermitencia.

--¿No quieres que te otorgue este poder? --

--No me interesa nada de esto… yo… simplemente no puede esperar que le dé un si como respuesta, ni siquiera debería estar aquí… Dios mío…--

Un ligero zarandeo de la maleza a las afueras del pequeño hogar del viejo ermitaño fue suficiente para que la charla cesara de repente, ambos hombres quedaron atentos, se hizo notar una tenue luz blanquecina que pudo observarse desde las grietas de la afeada "puerta" de madera, Amadeo se inclinó instintivamente cerca de una de estas grietas para observar el exterior con el mayor disimulo, allí pudo dar con la visión de su último perseguidor, el hombre escuálido y armado con el revólver sostenía en su mano libre un teléfono celular, aprovechándose de la linterna. Aquella imagen le heló una vez más la sangre. Por lo que Amadeo pudo ver entre las sombras de la noche, aquel sujeto parecía dispuesto a alcanzar la cabaña, era obvio, era el único punto de luz en toda la zona, Amadeo no podía creerlo, aquel tipo persistía en su búsqueda, había tenido mala suerte, se había topado con un animal violento por naturaleza, una bestia cizañera, solo alguien de semejante talante se aventuraría a encontrar a un simple desconocido en lo más profundo del bosque, ¿desde hace cuánto tiempo les seguía el paso?

--¿Son los que venían a cazarte? – Dijo el viejo mientras se acicalaba la barba—

--Van a matarnos a ambos…--

--No si haces algo al respecto…--

--Déjese de estupideces, el hombre que viene hacia nosotros está armado-

Amadeo sabía que en aquel refugio no había alguna ruta de escape, comenzó a desesperar, consideró la idea de abrir la puerta de repente y probar suerte simplemente saliendo a correr a la intemperie. Mientras se culpaba por tener semejantes ideas, un cascabel idéntico al antes enseñado por el ermitaño rodo hasta el tobillo de Amadeo.

--Tu elije, solo tienes que depositar algo tuyo al interior del cascabel…--

Amadeo titubeo, pero finalmente se inclinó ligeramente para tomar la pieza de bronce entre sus manos, el mundo entero parecía paralizarse a su alrededor, una densa gota de sudor cedió ante su propio ímpetu y se precipito sobre el cascabel, afuera se escucharon los gritos agitados del hombre armado, contrario a lo que Amadeo esperaba, el sujeto exigió la presencia directa de su perseguido y de nadie más, la voz del exterior habló con incredulidad, como si titubeara.

--Ahora… pide un deseo… lo que se cumpla será por obra de fuerzas interiores muy alejadas del simple deseo, pero no deja de ser el modo más práctico de hacer las cosas—Dijo el ermitaño.

Que ridículo resultaba todo aquello, hace menos de una hora Amadeo no hacía nada fuera de su propia rutina, ¿De qué manera habría previsto que esa misma noche se toparía con un trio de inadaptados, todos ellos con la conciencia bien anestesiada? Había un hecho en todo esto, Amadeo no había obrado de ninguna manera injusta. Cada tanto la vida elabora sucesos atroces que no obedecen a ninguna lógica que pueda estimarse como justa.

Aquel viejo le dio una mirada serena, temerosamente serena… aquellos ojos empequeñecidos y cansados rebelaban una confianza sobrehumana, una confianza digna de quien posee la victoria segura, entonces Amadeo abandono su sentido de prudencia por un instante, hasta donde él sabía, afuera del pequeño refugio yacía un hombre enloquecido dispuesto a quitarle la vida por el altercado más insignificante, esa parecía ser la realidad evidente.

Por otro lado, al interior de la caverna, yace un viejo y un demonio, y ambos indicaban una cosa, que estas fuerzas al interior de la puerta mal tallada tenían la capacidad de vencer al hombre real, a la muerte inminente, el universo entero parecía dividirse ante Amadeo, el ineludible reino de lo caótico, lo terriblemente real enfrentándose a un instante de lo que en palabras de un hombre prudente solo sería descrito como una pequeña ensoñación, un instante de nebulosas y sucesos imposibles.

Bajo un razonamiento breve y desesperado, Amadeo quiso confiar en la fuerza interior, tomó la pequeña pieza de bronce entre sus manos y sin entender muy bien el cómo o el porqué, pidió un deseo, entonces todo pareció resuelto. 


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