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Xiaohong dio a luz exitosamente a un potro y toda la familia estaba rebosante de alegría. Tan pronto como Ruo He regresó a la ciudad y difundió la noticia, ¡incluso Ruo Shan, quien era asistente en la sala médica, volvió!
No había hombre que no amara a los caballos.
A Ruo Xuan también le gustó mucho. Los otros dos caballos en casa eran demasiado grandes para que ella pudiera montarlos adecuadamente. Para cuando la pequeña Xiaohong creciera, podría montarla perfectamente. Así que decidió levantarse temprano todos los días para nutrir al potro con Poder Espiritual.
Un día, cuando Ruo Xuan acababa de salir del patio trasero y estaba a punto de ir a la mansión para sus lecciones, vio a He Xinghua y a su hermano, quienes buscaban a alguien.
Ruo Xuan saludó emocionada:
—¡Hermana Xinghua, Hermano Dalin, por aquí!
Al ver a Ruo Xuan, los hermanos suspiraron aliviados y se apresuraron a su encuentro.