Al cabo de unos días, al bajar para desayunar y antes de irme al colegio, me asombró notar la ausencia de Eva en la mesa, aunque mamá comentó que había ido a la cafetería del señor Francisco con su guitarra; supuse que se presentaría frente al establecimiento como lo hacía de vez en cuando. No tuve prisa a la hora de comer e incluso conversé con papá respecto a mis hermanos y la integración de Eva en la familia.
—Tus hermanos ya están al tanto de que Eva vive con nosotros, les dijimos hace unos días —comentó mamá mientras le servía un poco de café a papá.
—Ya veo —dije luego de dar un sorbo a mi jugo de naranja—. ¿Ya les dije que Eva se presentó en el concurso de talento con nuestro apellido?
Mamá y papá giraron sus vistas hacia mí, evidentemente asombrados.
—¿En serio? —preguntó papá.
—Sí, cuando la escuché, me sentí muy feliz… Sonó tan natural y lindo al mismo tiempo, digo, es grato que ella nos considere su familia y se sienta parte de nosotros —respondí.
—¿Crees que esto amerite una celebración? —le preguntó mamá a papá.
—No lo creo, seguramente Eva no estaría de acuerdo con eso —respondió.
—¿Saben? Me gustaría miras sus reacciones cuando Eva les empiece a decir papá y mamá —dije.
—Espero que ese día llegue pronto, porque queremos mucho a Eva… Supongo que está de más decir que es la hija que siempre quisimos tener —comentó papá.
Fue conmovedor escuchar eso, y me hubiese encantado que Eva estuviese con nosotros, pero estaba seguro de que algún día, tanto papá como mamá, tendrían bastante tiempo para dedicarle ese tipo de palabras.
Minutos después, cuando llegué a la parada de autobuses, noté la presencia de Eva frente a la cafetería del señor Francisco. Estaba afinando su guitarra y mirando al cielo como si estuviese en una especie de trance; supuse que pensaba en la señora Cecilia. Subí al autobús y rápido busqué un asiento con ventana, esto con la esperanza de que echase un vistazo hacia mí y me saludase.
Eva no me vio, pero al menos quedé con la alegría de verla antes de irme.
Esa mañana, por alguna extraña razón, el trayecto hasta el colegio se hizo más largo de lo normal, aun cuando el autobús tomó la misma ruta de siempre. Tenía la corazonada de que algo bueno me iba a pasar, incluso me sentí nervioso tan pronto pensé en Sabrina y la forma en que nos tomamos de la mano durante la presentación de Eva en el concurso de talento.
Al llegar al colegio, tal como imaginaba, me topé con Sabrina en la entrada principal. Aun con el uniforme y la misma apariencia de siempre, lucía inusualmente hermosa; tal vez ya la admiraba con otros ojos. Debido a que estudiábamos en distintas secciones, teníamos apenas unos minutos de mutua compañía antes de la primera hora de clases, por lo que aprovechamos al máximo para conversar y dar de qué hablar a quienes nos veía juntos, demostrándonos confianza.
—Supongo que los rumores no tardarán en esparcirse por todo el colegio —comenté conforme caminábamos por el pasillo en que se ubicaban los salones de cuarto año.
—La verdad es que no le doy importancia a eso, imagino que sabrás falsas anécdotas de mí solo por ser la capitana del equipo de voleibol —dijo.
—Pues, fíjate que no sabía nada de ti, salvo que eres la capitana del equipo de voleibol y una de las chicas más hermosas del colegio —aclaré.
Sabrina me dio un golpecito en el brazo y luego susurró algo que no entendí, aunque sí noté cómo sus mejillas se ruborizaron, se veía encantadora.
—Yo, al contrario, sabía mucho de ti… Eras de los más populares del colegio hasta que, de repente, te aislaste —dijo.
—No me aislé, solo me alejé de las falsas amistades… Bueno, en realidad todos me dejaron de hablar por no estar a la moda, una ridiculez en otras palabras.
Sabrina no respondió al momento, incluso se mantuvo reflexiva.
—¿Sabes? Me impresiona que, si no fuese por el pelotazo que intentó darte mi amiga cuando nos conocimos, tal vez hoy no estuviésemos hablando.
—Cierto, me alegra que haya sucedido de esa manera, porque conocerte ha sido de las mejores cosas que me han pasado en el colegio.
Con esas palabras, Sabrina detuvo su caminata y me tomó de la mano, aunque no me miró a la cara; supe que ocultaba lo ruborizada que estaba.
—¿Qué harás hoy en la tarde? —preguntó de repente.
—Hoy no tengo planes, ¿por? —respondí, ya preparado para una invitación de su parte.
—¿Qué tal si tenemos hoy nuestra cita? Conozco un buen café en el que podemos pasar un rato agradable y sin la molestia de los fisgones que nos rodean en este momento.
—Será todo un placer, gracias por la consideración.
—¡Bien! —exclamó, no pudo contener la emoción—. Nos vemos a las cinco de la tarde, déjame darte la dirección del café.
—Genial, muchas gracias.
Caminamos a paso lento para que ella pudiese sacar una nota en la que anotó la dirección y el nombre del café, también con la idea de seguir pasando tiempo juntos antes de entrar a clases. Me emocionó saber que tendría una cita con la capitana del equipo de voleibol y una de las chicas más hermosas del colegio.
Después de nuestro encuentro, nos dirigimos a nuestros respectivos salones de clases y, de mi parte, esperé ansioso la hora de desayunar juntos en el receso, aunque encontrarnos nuevamente no sucedió, ya que ella tenía prácticas y yo fui interceptado por un grupo de chicos.
—¿Es este? ¿El tal Fernández? —le preguntó un chico a otro.
—Sí, este mismo es —respondió uno de ellos.
—¿Se les ofrece algo, muchachos? —pregunté.
—Para comenzar, deja de hacerte el genial actuando con esa falsa calma, sabes bien que no venimos con intención de ser tu amigo—respondió el que parecía ser el líder del grupo, cuyo rostro se me hizo familiar.
—Pues, si lo que vienen es a buscar problemas, perderán su tiempo porque simplemente los voy a ignorar —repliqué.
El chico me tomó del cuello de la camisa y me arrinconó contra la pared; no le importó que varios alumnos nos mirasen.
—¿Y ahora? —pregunté calmado—, ¿piensas que me asustarás con esto?
—¡Cállate y escucha lo que te voy a decir! —exclamó—, aléjate de Sabrina por tu bien o te la verás conmigo, y no tendré piedad.
En ese momento, supe de quién se trataba, era el capitán del equipo de voleibol, de quien sabía un único rumor que nunca se molestó en desmentir; que él era el novio de Sabrina.
—Pues lamento decirte que no pienso alejarme de ella, no eres nadie para imponerme eso—dije sin perder la calma.
—¡Estoy hablando en serio! —replicó con tono amenazante.
—Yo también hablo en serio, capitán… Y entiendo que te guste Sabrina, pero si no has hecho nada para decírselo, no es culpa mía que no se fije en ti —aclaré.
—¡Imbécil! —exclamó, justo antes de intentar golpearme.
—¿¡Qué sucede aquí!? —preguntó un profesor de repente.
—El capitán quiere intimidarme y me amenazó porque Sabrina Assunção comparte una grata amistad conmigo, en otras palabras, solo está actuando bajo los celos irracionales, pues no tiene ninguna relación romántica con ella —expliqué.
—¿Es en serio? ¿Solo por eso? —le preguntó el profesor al capitán.
El capitán no respondió, pero fue su silencio lo que lo delató, por lo que fue llevado a la dirección junto a sus compañeros y yo me quedé bajo el cuidado de un grupo de chicas que se preocuparon por mí.
Ya el resto del día, los rumores de una pelea a la hora de la salida se habían esparcido por todo el colegio, aunque solo tenía en mente mi cita con Sabrina a las cinco de la tarde.