Nuestra joven protagonista regresa a su hogar después de un largo día de clases y un corto rato con JJ. Con un paso lento pero firme, se acerca a su humilde casa. Al llegar, abre la puerta lentamente, dejando su mochila frente a la entrada y saludando a su madre con voz suave.
—¡Ya llegué, mamá! —dice Pariz, mientras se acerca para darle un cálido abrazo.
La madre de Pariz la recibe con una sonrisa cansada, pero amorosa, ofreciéndole un plato caliente y un lugar en la mesa.
—Estaba esperando que llegaras, cariño. Aquí tienes algo para cenar —dice su madre, colocando el plato frente a ella.
Pariz se sienta a comer, disfrutando de cada bocado. El calor de la comida parece reconfortarla mientras habla distraídamente de cómo le fue en el día, evadiendo los detalles más duros. Al acabar de comer, se dirige a su habitación improvisada en la sala para hacer la poca tarea que el profesor Michael le dejó. El sonido del lápiz sobre el papel llena el pequeño espacio, y pronto termina sus deberes. Exhausta, se acuesta en el gastado sofá de la sala y se pone a ver vídeos en su celular para distraerse un rato.
Desde la cocina, su madre la observa con una mirada preocupada, sus manos apretando el delantal como un gesto de nerviosismo. Sabe que el momento que ambos temen está por llegar. Se acerca despacio, inclinándose sobre Pariz y le susurra con suavidad:
—Hija... ya sube a tu habitación, tu papá está a punto de llegar.
Pariz siente que el corazón se encogerse, pero su madre la abraza con fuerza y le da un beso en el frente, intentando ofrecerle una sensación de protección que hace mucho tiempo perdido.
—Mamá, no quiero dejarte sola —dice Pariz en un susurro lleno de melancolía, su mirada fija en el suelo.
—Eres una niña muy fuerte, mi amor. Pero tienes que ir a tu cuarto... confía en mí, estará bien —responde su madre con una sonrisa que no llega a sus ojos, aún abrazándola.
Pariz, sin querer soltarla, asiente lentamente. Sus manos tiemblan mientras se despega de ella, sintiendo como si la dejara a merced de una tormenta inminente. Dudando de las palabras de su madre, igual que todos los días, sube lentamente las escaleras, abriendo la puerta de su pequeño cuarto y cerrándola con llave detrás de sí. Se quita el uniforme con movimientos lentos, sintiendo el peso del día, y se mete en la cama.
El silencio nocturno pronto es interrumpido por el sonido de la puerta de entrada abriéndose de golpe. Pariz se sobresalta, sabiendo perfectamente quién es. Sus ojos, abiertos de par en par, se llenan de terror mientras su cuerpo empieza a temblar descontroladamente bajo las sábanas. Los pasos irregulares, pesados, se escuchan a través de las delgadas paredes de la casa.
Era su padre.
Su caminar era errático, su respiración pesada. El sonido del vidrio de una botella golpeando la pared en cada paso se mezclaba con el eco de su respiración alcohólica. Pariz contuvo el aliento mientras oía su llegada.
Desde la cocina, su madre, con una expresión de temor, lo saluda con voz temblorosa:
—Hola, cariño... ¿quieres que te sirva algo de comer?
La voz de su madre sonaba cortante, quebrada por el miedo. No podía mirarlo a los ojos. El hombre, bajo los efectos del alcohol, apenas responde, soltando un grito desgarrador que llena la casa.
—¡Dame otra cerveza!
El grito resonó en los oídos de Pariz, como si golpeara directamente en su mente. Sus manos se aferraron a la cobija, sosteniéndola con tanta fuerza como si fuera un escudo. No podía moverse, su cuerpo congelado en el terror que conocía tan bien.
Obediente, su madre le lleva otra lata de cerveza, temblando mientras lo hacía.
—¡Está caliente! —gritó el hombre mientras arrojaba la lata con fuerza contra la pared, haciendo que el sonido retumbara por toda la pequeña casa.
El hombre se levantó bruscamente y fue al refrigerador, tirando todo a su paso, buscando una simple lata de ese veneno que lo controlaba. Su esposa, preocupada por los pocos alimentos que quedaban, intentó detenerlo. Eso solo provocó su furia.
—¡No te metas conmigo! —le gritó, golpeándola en el rostro. El sonido del golpe resonó hasta la habitación de Pariz, quien en silencio lloraba, aferrándose a su almohada con desesperación.
La ira y la impotencia se apoderaban de ella. La mezcla de tristeza, miedo y odio se entrelazaban en su pecho, creando una tormenta de emociones que no sabía cómo manejar. Rasgó con desesperación las vendas que cubrían sus muñecas, dejando marcas nuevas mientras la rabia y la desesperación tomaban el control.
De repente, los gritos del padre cesaron. Solo se escuchaba el sonido de una lata arrastrándose por el suelo y luego el hombre cayendo pesado en el sofá, rendido por el alcohol. El silencio volvió a la casa.
Pariz, con los ojos hinchados por las lágrimas, se levantó y fue al baño. Lavó cuidadosamente las nuevas heridas en sus muñecas y se volvió a poner las vendas, escondiendo una vez más el dolor físico que cargaba como un reflejo de su dolor emocional. Regresó a su cuarto, dejando que el cansancio finalmente la venciera. Se acurrucó en la cama, su cuerpo aún tembloroso, soltando un suspiro pesado, esperando que algún día ese dolor desapareciera. Pero, en el fondo, sabía que ese día no llegaría pronto.
capirlo 6 mi hogar a terminado
espero que disfruten este nuevo capitulo, este fue el primer dia de la historia repartido en 6 capitulos para algunos que lelleron la primera vercion se daran cuenta que estos 6 capitulos tinen la misma informacion que el capitulo 1 original, pero disfrute agregar este nuevo estilo de esritura y detalles nuevos, lamento mucho la demora anterior pero agradesco mucho el apollo