—Ahora he destruido a la única persona que alguna vez me hizo sentir lo que siempre había querido sentir. —Oberón retrocedió tambaleándose, sintiendo una abrumadora debilidad invadirlo. Se mordió el labio, sus ojos ardían con una mezcla de ira y tristeza.
—¿Cómo pudiste ser tan...? ¿Por qué no la rechazaste? ¿Tenías que traicionar su confianza? —gritó, haciendo ademán de abalanzarse sobre Neriah.
Pero Neriah rápidamente intervino, alzando la mano para detenerlo. —Espera... Yo... creo que podría estar embarazada, —dijo, con voz vacilante mientras evitaba la penetrante mirada de Oberón.
Oberón se detuvo en seco, frunciendo el ceño con incredulidad. —¿Qué?
Neriah asintió lentamente. —Ella... todo lo que quiero es que ella vuelva a casa conmigo. Confía en mí cuando digo que no pretendo hacerle daño, —suplicó, con un tono desesperado.